miércoles, 16 de noviembre de 2016

Parashá De La Semana, Vaerá (Bereshit 18:1-22:24) 04

PERDON POR LA MIEL
“Y él estaba sentado en la puerta de la tienda, con el calor del día”
(Bereshit 18,1)
Escuchamos al rab hagaon Iaacov Galinsky ztz”l:
Sobre la casa de Abraham Avinu Halav Hashalom, se puede atestiguar lo que está escrito en la Guemara (Sanhedrin 49a), que su casa era como un desierto. Así como el desierto no tiene dueño, la casa de Abraham Avinu también parecía no tener dueño. Y explica Rashi: para los pobres, que puedan recibir lo que necesitan en su casa…
De esta forma, podemos ser catalogados como: el hombre está obligado a decir cuándo mis acciones llegarán a ser como las de nuestros padres, Abraham, Itzjak y Iaacov (Tana Debe Ieliahu Raba, 25).
Y recordé una casa de este tipo, donde fui como un hijo más. La casa de mi Rosh Ieshiva, el gaon rabi Abraham Iafen ztz”l. Tal vez no nos dio de comer “lengua de vaca” con mostaza, apenas y con dificultades podíamos comer un poco de pan, pero lo que sea, la casa era como un desierto. Sin dueño. Había estudiantes de la Ieshiva en el salón, en los pasillos, en el cuarto de los niños. Comíamos en la mesa de la casa como si fuéramos de la familia.
En el invierno, el Shabat comenzaba a las dos y media. A las cinco, ya habíamos terminado nuestra liviana comida, un poco de “Jala” con trocitos de pescado. Desde ese momento, teníamos que contener el hambre hasta el día siguiente por la tarde, donde comeríamos otro poco de pan.
Un día descubrimos un tesoro. En el Beit Hakneset “Anshei Mishmar”, se desarrollaban cursos de Tora durante toda la noche. Guemara, Mishna, Perashat Hashavua, Y entre cada clase y clase repartían vasos de té acompañados de una masita. Un verdadero tesoro. Pero, el Beit Hakneset era pequeño y los participantes, muchos. ¿Cuántos alumnos podían asociarse a los cursos, disfrutando de los dos mundos? El problema era pensar qué ocurría con el resto, con los que no podían entrar…
A las diez de la noche, el Rosh Ieshiva daba una charla en su casa. Sus palabras nos elevaban hasta alturas increíbles. Pero cuando terminaba, nuestro estómago nos hacía recordar algo. Los muchachos se fijaron en mí: “Iankel, haz algo”. Entré a la cocina, busqué y encontré. Les llevé Jala con un frasco de miel, ¿hacía falta algo más?
Es como dice el versículo: él vio sus penas, cuando escuchó el clamor(Tehilim 106,44). Cuando escuchamos con qué nos alegramos tanto, porque encontramos un pan con miel, vemos cuánto sufrimiento había, qué ajustados vivíamos.
Después de un tiempo, supe que la rabanit “dio vuelta” toda la casa buscando ese frasco de miel. Lo tenía guardado para preparar algo especial en Pesaj, y había desaparecido.
Esperé el momento oportuno para disculparme, pero ese momento tardó mucho en llegar, se desató la guerra, y fuimos desterrados de una tierra a otra, hasta terminar en Siberia, donde nuestras vidas pendían de un hilo. Pensé, que si me salvaba de esa cárcel, buscaría a la rabanit para disculparme.
Y tuve el mérito…
Me llevaron de un lado a otro, llegué a Uzbekistan, y de allí a Alemania. Subí a la tierra de Israel, y en el año 5711 llegó de visita a Israel, el Rosh Ieshiva y la rabanit.
Se organizó una reunión entre los alumnos, y el Rosh Ieshiva fue señalando a cada uno de nosotros y nos hizo hablar. Teníamos planes para formar una red de Ieshivot Novardok en toda la tierra de Israel, y cada uno daba su consejo y opinión.
Llegó mi turno, el Rosh Ieshiva levantó la voz y me llamó: “vamos a escuchar ahora a Iankel Kriniker”, ese es mi nombre y así me recuerdan. Me paré y dije: antes de comenzar, quiero pedir disculpas…
La rabanit estaba sentada en el sofá, y escuchaba lo que se hablaba. Yo me confesé, mis manos se habían apoderado de ese famoso frasco de miel.
La rabanit se puso de pie, y por primera vez se mezcló en una conversación. Lanzaba fuego. Todos quedamos perplejos:
¿Tú necesitas disculparte? ¡Nosotros estamos obligados a disculparnos! Cuando hay muchachos hambrientos, ¿quién puede pensar en cuidar un frasco de miel? Todo lo que teníamos era para ustedes, ¿vamos a dejarlos sin un frasco de miel? Desde un principio yo debía haberlo entregado. ¡Por eso, a mí me corresponde pedir disculpas!
A esto se le llama, ¡la casa como un desierto!


Traducido del libro Vehigadta.


DIEZ
MUCHO MAS QUE DIEZ
“Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad”
(Bereshit 18,24)

Pensando bien en las palabras de Abraham Avinu con Hakadosh Baruj Hu, encontramos que la forma de pedir por la salvación de la gente de Sdom, no es siempre la misma.
Al principio pide por el mérito de cincuenta justos, después por cuarenta y cinco, el tercer escalón es cuarenta, y después, treinta, veinte y diez.
¿Por qué en los dos primeros pasos desciende de a cinco, y después los descensos son de a diez? Esa pregunta la formula el “Jizkuni”.
El pregunta y él mismo contesta. Los pedidos de Abraham Avinu no son solamente para la gente de Sdom, sino también para los pueblos cercanos, en sus alrededores, en total, eran cinco pueblos: Sdom, Amora, Adma, Tzboiim y Tzoar.
Continúa el Jizkuni, diciendo que el pedido de Abraham para salvar a los habitantes de este pueblo, se basaba en el mérito del “Minian”, o sea, si encontraba diez justos en cada pueblo, tendrían el mérito suficiente para salvarse, y si no, no había que molestarse siquiera para pedir…
Ahora a preparar las matemáticas…
Por eso, en el primer pedido, Abraham busca encontrar cincuenta justos, diez en cada pueblo.
En el segundo paso, bajó a cuarenta y cinco, o sea, nueve en cada lugar y Hashem Itbaraj se asocia con ellos para ser el décimo en cada pueblo.
El próximo escalón salta hasta cuarenta. Abraham pide ahora sólo por cuatro pueblos, con diez justos en cada uno de ellos, y no más. Ya no puede pedir por los cinco pueblos, porque no le alcanzan los tzadikim.
Seguimos con treinta tzadikim para salvar sólo a tres ciudades, veinte para salvar a dos, y finalmente diez, para salvar a un solo pueblo, y si tampoco tiene diez, ya más que eso no puede pedir.
De aquí podemos comprender la importancia que tiene un Minian, y el rezar con Minian. La gran fuerza que esconde esa asociación de diez iehudim en cosas de Santidad. En el libro “Seder Haiom” dice que la persona que más puede santificar a Hashem, es la que agrega otras nueve personas, y junto con él ahora son diez, y comienzan una clase de Tora. Ese iehudi, que acercó a otras nueve personas, se hace merecedor de ser llamado el que “reúne congregaciones en público”.


Traducido del libro Barji Nafshi.





Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom



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