Parashá Vaiélej.
Iom Kipur: Confesión y redención
Asediados por muchos males y problemas, dirán: "Es porque Dios ya no está conmigo que estas cosas malas me han acontecido". En ese día ocultaré completamente Mi rostro debido a todo el mal que han hecho… (Deuteronomio 31:17-18).
Maimónides dice que esta admisión de culpa y arrepentimiento aún no es una confesión completa, y por lo tanto, Dios continúa ocultando Su rostro. Pero el ocultamiento es diferente: ya no es un ocultamiento de Su piedad, permitiendo que el mal caiga sobre ellos, sino un ocultamiento de la redención final. Ese cambio en la relación con Dios contiene una pista de la redención final, en la que el arrepentimiento será completo.
Para entender mejor esto debemos primero entender la función de la confesión verbal en el proceso de teshuvá. El Sefer Hajinuj (Mitzvá 364) ofrece dos explicaciones del beneficio de la confesión verbal. Primero, verbalizar el arrepentimiento evoca la sensación de una conversación con alguien más, lo que a su vez, sensibiliza a la persona ante la realidad de la presencia de Dios, de Su conocimiento de todas las acciones y de la necesidad de rendir cuentas ante Él. Cuanto mayor sea la consciencia de la persona de que su pecado fue hecho en presencia de Dios, con Su absoluto conocimiento, mayor será su vergüenza y arrepentimiento.
Segundo, la expresión verbal intensifica el proceso y produceppl un efecto más duradero.
Además del arrepentimiento por el pasado, la teshuvá también requiere un compromiso a no repetir el pecado otra vez. Ese compromiso debe ser tan decidido y firme que Dios Mismo pueda atestiguar que en el momento de la confesión el pecador no contempla volver a cometer ese pecado nunca más. Al igual que una promesa para hacer (o no hacer) algo en el futuro requiere una expresión verbal, también lo exige el compromiso a no repetir pecados pasados.
El Sefer Yereim especifica otra dimensión a la confesión verbal –la súplica por la expiación. Debe haber un claro reconocimiento de la seriedad del daño causada por el pecado, tanto en términos del daño hecho al alma como a la relación con Dios, como en términos del efecto en el mundo de cerrar los conductos de bendición. Es por esto que uno debe suplicarle a Dios que perdone, cure y repare el daño. Al igual que la plegaria y la súplica deben ser verbalizadas para establecer una sensación de comunicación, también lo debe ser la súplica por el perdón.
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Capas de Impureza
Todavía hay otro aspecto de la confesión que tiene que ver con la naturaleza misma del pecado. El pecado, dice el Maharal, es sólo algo incidental en el alma del judío; no puede manchar el alma misma. En cambio, superpone capas de impureza que separan a la persona de su esencia. Dado que la conexión del judío con Dios es por medio de esa esencia inmaculada, cuando se distancia de la misma, se distancia también de Dios.
La teshuvá es, entonces, el regreso del judío a su esencia y el rompimiento de las barreras que lo separan de Dios. Dios no deja al judío cuando éste peca, sino que es el judío quien pierde contacto con Dios (pero Dios sigue residiendo en la esencia de su alma). Como dicen los Sabios en el versículo: "Estoy dormido, pero mi corazón está despierto" (Cantar de los Cantares 5:2), "mi corazón" se refiere a Dios. A pesar de que el judío duerme y pierde consciencia de Dios, Dios sigue ocupando su corazón.
Al articular su pecado en la confesión de "Vidui", el judío convierte al pecado en algo externo a sí mismo. Luego puede quitar esas capas de pecado que se han agregado a su alma. El Vidui mismo se convierte en un acto de purificación. Así, el Targum Yonatan traduce la palabra "pureza" en el versículo "Ante Dios deberías purificarte"(Levítico 16:30) como "confesarte". La confesión es, en sí misma, el acto de purificación.
Es este último aspecto del Vidui completo lo que está faltando en la confesión: "Porque Dios no está conmigo, todas estas desgracias me han acontecido". A pesar de que esta declaración expresa arrepentimiento, reconocimiento del devastador resultado del pecado, y hasta sugiere un compromiso a evitar este estado en el futuro, sigue incompleta. No hay un reconocimiento de que no es Dios Quien nos ha abandonado, sino que nosotros nos hemos alejado de nosotros mismos y por ende de Dios.
Cuando un judío siente que Dios lo ha abandonado, dice el Sforno, él renuncia a la esperanza, porque piensa que es Dios quien tiene que volver primero. Pero en realidad es el hombre quien se ha desviado de su esencia, y es el hombre quien puede encontrar a Dios en donde lo dejó en un principio. Teshuvá es entonces, literalmente, redención: "Retorna a Mí, porque te he redimido" (Isaías 44:22). Uno redime su esencia de las capas de pecado e impureza que se apegaron a ella.
Mientras no logremos comprender este aspecto de la redención, Dios continuará ocultándonos el rostro de la redención. Cuando apreciemos todos los aspectos del Vidui, incluyendo el reconocimiento de que Dios permanece en donde siempre estuvo, esperando a que nos despojemos de las barreras, podremos mirar hacia adelante, hacia la redención tanto personal como nacional.
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