martes, 25 de octubre de 2016

Parasha Vezot Habrajá-Bereshit. (Devarim. 33-34; Bereshit. 1:1-6:8) 54-01

Bereshit


Volviendo al Jardín del Edén

Todos los arbustos silvestres todavía no existían en la tierra, y todas las plantas silvestres aún no habían brotado. Esto fue porque Dios no había traído la lluvia sobre la tierra, y no había hombre para trabajar la tierra... Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida. El hombre se convirtió así en un ser vivo... Dios tomó al hombre y lo colocó en el Jardín del Edén, para que lo trabajase y lo preservase. (Génesis 2:5, 7,15).
La Torá nos está indicando el estado ideal de la humanidad. Dios no trajo la lluvia sobre la tierra, específicamente, hasta la creación del hombre, porque cultivar el mundo es el derecho exclusivo de los seres humanos... para trabajarlo y para protegerlo.
El Talmud pregunta: ¿Por qué Adán fue creado solo? (En vez de haber sido Adán y Eva creados al mismo tiempo.) Para enseñarnos que toda persona está obligada a decir: "Por mi causa ha sido creado el mundo".
Es nuestro mundo. Esto es a la vez un gran privilegio y una enorme responsabilidad.
La pregunta es ahora, ¿qué significa esto de "cultivar el Jardín"? Bueno, imaginemos a Adán y Eva. ¿Cómo era la vida cotidiana? ¿Qué "trabajo" ellos realizaban en el Jardín?
Nuestra respuesta se encuentra en el Midrash:
En el Jardín del Edén, la tierra producía pastelería lista para comer. Si uno plantaba un árbol, producía frutos en el primer día. Los niños eran concebidos y nacidos en el mismo día. Ellos nacían con la capacidad para caminar y hablar. Durante todo el año, el clima era templado como en primavera.
¿Qué trabajo había que hacer allí en medio del Jardín para que el versículo diga trabajarlo y protegerlo? Tal vez uno diría: Debía podar los viñedos, arar los campos y acumular los tallos. ¿Pero acaso los árboles no crecían por su propia voluntad? Tal vez uno diría: Había otros trabajos que hacer, como por ejemplo regar el jardín. ¿Pero acaso un río no cruzaba y regaba todo el Jardín?
¿Qué significa entonces trabajarlo y protegerlo? Significa trabajarlo a través del cumplimiento de las mitzvot positivas, y protegerlo evitando transgredir las mitzvot negativas (Pirkei de Rabi Eliézer 12; Rabeinu Bajya).
Las mitzvot positivas son la forma en que Dios dirige nuestros pensamientos y acciones hacia nuestra gran responsabilidad para con el mundo y para con la humanidad. Por el contrario, las mitzvotnegativas impiden que destruyamos el mundo.
En palabras del Rab Samson Rafael Hirsch:
La frase trabajarlo y protegerlo denota todas las conductas morales del hombre, su esfuerzo conciente de hacer lo que se espera de él y de abstenerse de hacer lo que está prohibido. Porque es en virtud de la conducta moral del hombre que la propia naturaleza recibe las condiciones necesarias para su propia supervivencia.
¿Cómo se las arreglaron Adán y Eva con su importante responsabilidad? La Torá informa:
Dios le dijo a Adán: "Porque escuchaste a tu esposa y comiste del árbol (que específicamente te dije: No comas de él»), por lo tanto, la tierra será maldecida por tu culpa. Extraerás de ella los alimentos con angustia todos los días de tu vida... con el sudor de tu frente comerás el pan. Por último, volverás a la tierra, porque de ella [la tierra] fuiste tomado. Polvo eres y al polvo volverás" (Génesis 3:17, 19).
Adán y Eva comen del fruto y son desterrados del Jardín. Dios le dice a Adán que, como consecuencia de sus acciones, una maldición recaerá sobre la humanidad: Con el sudor de tu frente comerás el pan. Antes, durante su estadía en el Jardín, cada necesidad de Adán y Eva estaba satisfecha, frutas instantáneas y pasteles listos para comer. Ahora, la Torá nos está diciendo que salir a ganarse la vida ¡es una maldición!
La sociedad occidental tiene una visión de la "carrera" muy alejada de la Torá. De alguna manera pensamos que la carrera es la esencia de nuestra existencia, como si cuando todo esté dicho y hecho y lleguemos al cielo, podremos alardear de que hemos llegado a ser Vice-Presidentes corporativos de una empresa. Sin embargo con respecto a la entrega de la recompensa eterna, no estoy seguro de que Dios se impresione mucho con esto.
Ganarse la vida es una maldición, pero hoy en día ¡la gente está corriendo voluntariamente detrás de esto! Considera el siguiente escenario:
Digamos que te ofrezco un sueldo anual de $80.000 dólares para que renuncies a tu trabajo actual y comiences a trabajar en una cadena de ensamblaje atornillando una sola pieza con otra. ¿Qué dices? ¿Demasiado aburrido? Bueno, entonces te pago $120.000 dólares al año.
Ahora imagina que finalmente tomas el trabajo. No es el trabajo más satisfactorio pero el pago es bueno. Por esta razón, tratas de hacer lo mejor que puedes durante la semana y disfrutas de tus fines de semana. Después de unos meses, te sorprendes al descubrir que en el otro extremo de la cinta transportadora, a alguien se le asigna destornillar tu pieza.
Te quejas en la gerencia de que se trata de un uso absurdo de tu tiempo. Entonces, ellos aceptan el reclamo y acuerdan utilizar la línea de montaje para fabricar automóviles. Satisfecho, vuelves a tu lugar en la cinta transportadora. Pero en poco tiempo, llegas a descubrir que los automóviles nuevos sólo se están utilizando para traer más partes a la fábrica. ¡Se trata de un ciclo absurdo!
Te quejas de nuevo, y la gerencia acuerda regalarles los coches a los empleados, para permitirles venir a trabajar de manera más fácil (para que así puedan hacer más partes). Esto todavía suena absurdo, por lo tanto te quejas de nuevo. Esta vez, ellos se comprometen a darles los automóviles a los empleados de las compañías petroleras, para que puedan llegar al trabajo, a fin de producir gasolina para que podamos conducir nuestros automóviles hasta el trabajo para producir los automóviles.
Este es el ciclo de producción de la economía moderna. Ya no somos "personas", somos "consumidores". Por supuesto que no hay nada de malo con la economía de libre mercado. Sin embargo, en última instancia, tiene que haber una finalidad para todo esto, más allá de la simple "producción y consumo".
¿Estamos viviendo para comer, o estamos comiendo para vivir?
Cuando Adán y Eva estaban en el Jardín del Edén, eran inmortales. Iban a vivir para siempre. Cuando fueron desterrados, la inevitabilidad de la muerte cayó sobre todos los seres humanos. Polvo eres y al polvo volverás.
Volver al Jardín, por lo tanto, es descubrir la fuente de nuestra inmortalidad. Todos anhelan la inmortalidad, pero ¿cómo lograrlo? ¿Estableciendo el récord mundial de los 100 metros planos? ¿Construyendo el rascacielos más alto de Manhattan?
Por supuesto que no.
Recientemente he leído un artículo sobre Dean Ornish, el famoso médico. El artículo dice:
[Ornish] está disfrutando su trabajo público, porque sus motivaciones han cambiado. "He aprendido que cuando mi trabajo es impulsado por el ego, me hace sentir solitario", dice. "Cuando me acerco a la profesión con un espíritu de servicio, soy mucho más feliz" (Newsweek, 16/03/98).
Tenemos que aplicar esto a nuestras propias vidas. De lo contrario estamos persiguiendo una maldición y nunca volveremos al Jardín.
En el fondo de nuestra alma, todos queremos volver al Jardín. El primer paso es darse cuenta de que el materialismo excesivo es una maldición. Nuestro propósito en la vida es nutrir nuestro mundo,para trabajarlo y para protegerlo.
Para empezar, imagina esto: Alguien te ha nominado para el Premio Nobel de la Paz por tu servicio a la humanidad. El premio conlleva una recompensa de $10 millones de dólares. Tú estás a punto de presentarte frente al comité de evaluación para reportar lo que planeas hacer con el dinero si es que eres el ganador. ¿Qué les dirías?
El Jardín del Edén no es tanto un lugar, sino que es una realidad. Se trata de un medio ambiente libre de dolor, enfermedad, discusiones, envidia. En términos judíos, esa es la definición de la era mesiánica, un momento en el que toda la humanidad regresará al estado original del Jardín del Edén.
Que ese momento llegue rápidamente en nuestros días.

Shabat Shalom,
Rav Shraga Simmons

Vezot Habrajá

Shminí Atzeret y Simjá Torá

Imagina que organizas una gran fiesta e invitas a toda la gente que conoces. Pero ésta no es una fiesta "cualquiera": Es una semana de comidas, música y diversión. Eventualmente las cosas van acabándose y la gente se comienza a ir. Siendo el anfitrión, silenciosamente vas donde algunos de tus mejores amigos y les susurras: "Quédense después que todos se vayan – ahí es cuando saco lo bueno".
Cada año Dios tiene una celebración de una semana de largo llamada "Sucot". En la antigüedad en Jerusalem, el servicio en el Templo Sagrado durante la semana de Sucot ofrecía un total de 70 sacrificios de toros. Esto, explica el Talmud, corresponde a cada una de las 70 naciones del mundo. El Templo no era sólo para los judíos. Cuando el Rey Salomón construyó el Templo, específicamente le pidió a Dios prestar atención a las plegarias de los no-judíos que iban al templo (1-Reyes 8:41-43). Y el profeta Isaías se refiere al Templo como una "casa para todas las naciones" (Isaías 56:7).
El Templo era el centro universal de espiritualidad, un punto concentrado donde la conciencia de Dios se filtraba al mundo. De hecho, el Talmud dice que si los romanos se hubiesen dado cuenta de cuanto se estaban beneficiando ellos mismo del Templo, ¡nunca lo hubiesen destruido!
Y entonces, al final de Sucot, Dios agregó un día especial. Es llamado Shminí Atzeret, literalmente el "Octavo Día de Reunión". En ese día, sólo un toro era ofrecido – representando al Pueblo Judío. Es un día de gran intimidad con nuestro Creador, cuando les pide a Sus hijos judíos quedarse con Él un tiempo extra (Talmud – Sucot 55b).
Shminí Atzeret es una fiesta oficial en todo su derecho, como está descrito en Levítico 23:36. A pesar que inmediatamente sigue a la fiesta de siete días de Sucot y es frecuentemente considerada parte de Sucot, es, de hecho, una fiesta separada. Esto implica que se dice la bendición de Shejeianu, y que la obligación de sentarse en la sucá ya no se aplica.
* * *
Tapiz de Sietes
Najmánides (Siglo XII, España) explica un hermoso concepto cabalístico: Siete es el número del mundo natural. Hay siete días en la semana, siete notas en la escala musical y siete direcciones (izquierda, derecha, arriba, abajo, adelante, atrás y el centro). "Siete" – representado por los siete días de Sucot – es el mundo de la naturaleza. "Ocho" – representado por Shminí Atzeret – es aquello que está más allá de la naturaleza.
El Pueblo Judío, dice el Talmud, está más allá de la naturaleza. Hemos sobrevivido todas las persecuciones, exilios, penurias y expulsiones imaginables. Y aún así, hemos logrado y prosperado mucho más allá de lo que nuestro número indicaría. Como escribió Mark Twain: "Todas las cosas son mortales menos el judío; todas las otras fuerzas se van, pero él queda. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?".
El "secreto", como sabemos, es el regalo especial que Dios le dio al Pueblo Judío: La Torá. Como escribe el Rabino Emanuel Feldman:
"La Torá es el misterioso puente que conecta al judío con Dios, a través del cual interactúan y se comunican, y por medio del cual Dios cumple Su pacto con Su pueblo de sustentarlos y protegerlos".
Por lo tanto no es una coincidencia que en Shminí Atzeret también celebremos la finalización del ciclo anual de lecturas de la Torá y el comienzo de un nuevo ciclo. Este evento es referido cariñosamente como "Simjat Torá", literalmente "el regocijo de la Torá". (Afuera de Israel, Simjat Torá es celebrado el día después de Shminí Atzeret).
¿Por qué acostumbramos a terminar y empezar nuevamente la lectura de la Torá en el mismo día? Los Sabios explican: "Para mostrar que la Torá es querida por nosotros como un objeto nuevo, y no como un antigua orden que la persona ya no aprecia. Ya que es completamente nueva para nosotros, todos corremos a recibirla". Cantamos y bailamos por horas alrededor de la bimá (la plataforma donde la Torá es leída), sostenemos la Torá, y expresamos nuestra felicidad al tener la oportunidad de acercarnos a Dios.
En Shminí Atzeret, cuando completamos esta temporada de fiestas, hacemos un rezo especial a Dios para la lluvia. La lluvia representa las bendiciones de crecimiento y abundancia. A través de todo el duro trabajo de Elul, Rosh Hashaná, Iom Kipur y Sucot, hemos caminado un largo camino. Nuestra tarea ahora es llevar esa energía a lo largo del año.
Shabat Shalom,
Rav Shraga Simmons

martes, 18 de octubre de 2016

Parasha de Sucot. (Vayikra. 22:26-23:44)

Sucot


Construyendo una Sucá

Eligiendo un lugar
Para construir tu propia sucá, primero elige un sitio que no tenga nada encima de el – es decir, que no haya un balcón encima, otro techo o un árbol. El área de la sucá debe ser al menos 70cm x 70cm, el espacio mínimo para que una persona normal pueda sentarse (su cabeza y la mayoría de su cuerpo) con una pequeña mesa dentro de la sucá. Si no tienes un patio trasero en tu casa no te preocupes, un balcón de apartamento también funciona perfectamente, siempre y cuando no sea techado.
Los muros
Una sucá “casher” necesita al menos dos muros completos y una pequeña parte del tercero. Los muros pueden ser de cualquier material, siempre y cuando sean lo suficientemente fuerte como para soportar un viento normal. Los muros deben tener por lo menos 1 metro de altura, pero no deben ser de más de 10 metros.
No debes construir muros especialmente para la sucá; se puede utilizar un muro de un edificio, o incluso una línea de arbustos. O si puedes encontrar un lugar que ya esté delimitado por 2 o 3 muros, ¡entonces gran parte del trabajo ya está hecha!
El techo
El término Talmúdico para el techo de la sucá es sjaj, que proviene de la misma raíz que la palabra sucá. El sjaj debe ser de cualquier material que crece de la tierra - es decir hojas o ramas (pero no metal, comida, etc.). Si estás utilizando tablas rústicas de madera, ellas no pueden ser más anchas que 35cm.
Además, el material del sjaj debe estar desconectado de la tierra – es decir, ¡no dobles un árbol o un arbusto para ponerlo encima de la sucá!
El material del sjaj puede ser colocado solamente después que los muros necesarios están puestos en su lugar.
El sjaj debe ser suficientemente denso como para dar mas sombra que sol durante el día. Sin embargo debe estar lo suficientemente abierto como para que las estrellas se vean a través de el durante la noche.

Como la sucá será tu “hogar” durante los siete días de sucot, es costumbre decorarla apropiadamente. Muchas personas cuelgan frutas y flores del techo, y colocan imágenes de Jerusalem en los muros y de otros temas judíos.

jueves, 13 de octubre de 2016

Parashá de la semana, Haazinu (Devarim 32:1-52) 53

Parasha Haazinu


La Torá riega lo que está dentro de la persona

Escucha cielo, y yo hablaré y la tierra escuchará las palabras de mi boca. Que mi enseñanza caiga como la lluvia, que mi palabra fluya como el rocío; como vientos de tormenta sobre la vegetación y gotas de lluvia sobre las briznas de pasto(Devarim 32:1-2).
En esta parashá, Moshé hace una comparación de las palabras de la Torá con la lluvia y el rocío: “Que mi enseñanza caiga como la lluvia, que mi palabra fluya como el rocío; como vientos de tormenta sobre la vegetación y gotas de lluvia sobre las briznas de pasto”.
En otro versículo, el profeta Yeshayahu hace una comparación similar: “Como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será Mi palabra que sale de Mi boca; no volverá a Mí vacía, antes hará lo que Yo quiero, y prosperará en aquello para que la envié” (Yeshayahu 55:10-11).
Vemos tanto en los versículos de esta parashá como en los versículos del profeta, que las palabras de la Torá se comparan a la lluvia, a la nieve y al rocío. ¿En qué sentido se comparan? El Gaón de Vilna enseña que la Torá, como la lluvia y el rocío, tiene la capacidad de hacer crecer.1 No obstante, para que la lluvia haga crecer, debieron haberse plantado previamente las semillas. La lluvia hace crecer y germina las semillas, independientemente de cuáles sean estas semillas.
Si nos preparamos purificando y refinando nuestra personalidad, las palabras de la Torá que estudiemos harán que lo que está dentro de nosotros mismos (nuestras “semillas” que tenemos dentro) crezcan. Si no queremos mejorar nuestra personalidad, esas palabras de Torá también nos ayudarán a desarrollar las “semillas” que tenemos dentro. El estudio de la Torá hace crecer lo que está plantado dentro el ser humano. Si es una persona refinada, la Torá lo refinará aún más; si es una persona que moralmente deja mucho que desear, la Torá intensificará más esos defectos.2
Las personas pueden estudiar Torá y usar ese conocimiento para racionalizar su conducta y justificar sus propios defectos de carácter. De hecho, mientras más estudien Torá sin una voluntad consciente de corregir sus defectos, mejores excusas tendrán para justificar sus actos y reacciones. La Torá hace crecer lo que está dentro de uno mismo: si es una persona con deseo de mejorar, las palabras de Torá —como la lluvia— harán crecer ese deseo y le proporcionarán herramientas para corregir su personalidad. Si no tiene una voluntad verdadera acompañada de actos específicos para mejorar sus defectos, la Torá lo ayudará a que esos defectos se arraiguen más a su personalidad.

Notas:
Ében Shelemá, Capítulo 1

2 Véase Shabat 88b, donde vemos que la Torá puede ser una pócima de vida o una pócima de muerte.

Tres Alabanzas 

En la canción de Haazinu Moshe indica las alabanzas particulares del pueblo judío, y entre otras cosas dice: "los encontró en una tierra desierta". La explicación sencilla del versículo es que Di-s encontró al pueblo judío en el desierto. Sin embargo, es difícil decir esto, ya que Di-s no encontró al pueblo en el desierto, sino mucho antes, en Egipto.
Por eso Rashi explica de la siguiente manera: "A ellos los encontró fieles en la tierra desierta, porque recibieron Su Torá y Su reinado y Su yugo, cosa que no hicieron Eisav e Ishmael". Es decir, es una alabanza especial del pueblo judío, que Di-s los encontró fieles a El en el desierto, y la misma está compuesta de tres partes: 1) Su Torá, 2) Su reinado y 3) Su yugo.
Esta alabanza expresa el hecho de que el pueblo judío no se comportó como Esav e Ishmael que, cuando Di-s les propuso aceptar la Torá, primero preguntaron qué estaba escrita en ella y la respuesta no les satisfizo, por lo que se negaron a recibirla. Por el contrario, los Hijos de Israel mostraron una fe total en Di-s y aceptaron recibir la Torá en forma de "Haremos y escucharemos". Por esto los alaba Moshe: " los encontró en una tierra desierta".
Como dijimos, esta alabanza está compuesta por tres partes, donde la primera es que " recibieron Su Torá". Esto se refiere al estudio de Torá en forma de esfuerzo. También está incluida la observancia de las Mitzvot racionales, que tienen una explicación intelectual.
Un nivel superior de alabanza del pueblo judío es que "recibieron Su reinado". Aquí se revela en una forma más profunda la fe en Di-s, ya que el pueblo judío está listo para recibir el reinado de Di-s y observar Sus preceptos como decretos del Rey, sobre los cuales no se hacen preguntas.
Un nivel superior aún es que "recibieron Su yugo". Aquí se simboliza una entrega absoluta a Di-s. Con la aceptación del reinado solamente, la persona no subordina los detalles de su vida particular hacia el rey, sino que sólo acepta cumplir sus preceptos en lo referente al país. Sin embargo, cuando recibe el yugo del rey, significa que se volvió un sirviente, con lo que subordina toda su vida al rey.
Esta es la alabanza del pueblo judío: no solamente aceptaron la Torá de Di-s, sino que también Su reinado, incluida una anulación total a los mandatos Divino, y, más aún, aceptaron Su yugo y se hicieron sirvientes en todo lo que respecta a sus vidas.
En mérito de esta alabanza Di-s se unió al pueblo judío en forma de "los encontró" - como dice el versículo "los encontró en una tierra desierta". Así como una persona se alegra cuando encuentra algo, así Di-s se alegra con el pueblo judío. Y a cambio también nos da algo "encontrado" - la Redención final y completa, sobre la cual está escrito "Encontré a David mi sirviente", rápido en nuestros días.

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jueves, 6 de octubre de 2016

IOM KIPUR

Aprendiendo a perdonar



Cinco formas de perdonar este Iom Kipur.


Pasó justo antes de mi primer examen en la universidad. Abrí el pequeño refrigerador, tomé una botella de agua de la caja que compartía con mi compañera de cuarto y la bebí mientras miraba mis apuntes por última vez. Mientras la bebía, mi compañera entró y mi miró completamente horrorizada.
Iom Kipur: El día para hablar con Dios“¿Estás bebiendo de la botella que tiene una X?”, dijo, arrojándose sobre mí para agarrar la botella.
“¿Qué X? ¿De qué hablas?”, pregunté.
“Puse algo en esa botella que me ayuda a dormir. No tuve la oportunidad de decirte, pero por eso puse esa X grande en ella”, explicó.
Miré a mi compañera, una niña tímida y estudiosa de una ciudad sobre la que jamás había oído. El primer día, mientras estábamos sentadas en nuestro cuarto, me dijo: “Eres la primera judía que conozco”. Siendo yo de Nueva York, el comentario me pareció absurdo, pero ella era la primera católica religiosa que se hacía amiga mía y mi ignorancia también le debe haber extrañado.
Traté de reconciliar sus plegarias nocturnas y sus afiches espirituales con la idea de que había puesto drogas en una botella de agua mineral. Bajé la mirada hacia mis notas y la volví a mirar. Podía escuchar la voz del profesor resonando en mi mente: No hay recuperatorios para este examen.
“Lo siento”, dijo suspirando.
Cerré mi cuaderno y me paré. Me sentía bien, pero estaba empezando a ponerme nerviosa. Y enojada. “¿Cuánta droga pusiste?” pregunté, poniendo la silla en su lugar.
“Te vas a quedar dormida”, dijo con convicción.
“Tengo un examen en diez minutos. Tengo que hacerlo. ¡No puedo creer que hayas hecho algo así!”. Me puse mi chaqueta.
“Marqué la botella, te lo iba a decir”, musitó.
“Sí, pero no me dijiste. Ahora voy a fracasar por tu culpa.
Azoté la puerta detrás de mí mientras escuchaba su última súplica: “Lo siento mucho, pero no deberías ir. Te quedarás dormida allí”.
De alguna manera terminé el examen, luchando para mantenerme despierta. Por fortuna era de selección múltiple y pude aprobar. Después, cuando me acosté y finalmente dormí, sentí la primera llama de resentimiento recorrer todo mi ser. Y me pregunté cómo toleraría el resto del año con una compañera de cuarto como ella. Durante un par de semanas hice lo mejor que pude para ignorarla, más allá de un par de frases aquí y allá. Yo continué con mi vida y ella con la suya. Pasé las botellas de agua a mi escritorio. Me quedé despierta hasta tarde y me levanté temprano.
Hasta la víspera de Iom Kipur. Estaba saliendo del cuarto cuando mi compañera elevó la mirada hacia mí, por sobre sus libros.
“¿Por qué estás bien vestida? No es el Shabat judío aún”.
Me paré con la mano en el picaporte y me miré en el espejo. Me vi con mi cárdigan blanco. Vi el majzor en mi mano y luego vi mi cara, enojada, esquiva, resentida. Miré hacia el piso. Estoy tan avergonzada de mí misma, advertí. Ni siquiera puedo mirarme en el espejo. De repente me di cuenta lo difícil que debe ser vivir conmigo. Mi alarma suena todos los días antes del amanecer. La luz sobre mi cama que mi compañera de cuarto no podía tocar durante Shabat. Mi presumido grupo de amigas que visitaban los sábados por la noche sin siquiera saludarla. Mi naturaleza engreída que se demostraba en mi vestuario de marca y en mi impaciencia. Volví a levantar la mirada, hacia el espejo, y pensé: es difícil vivir conmigo.
“No, esta es otra festividad”.
Es Iom Kipur. Estoy a punto de pedirle perdón a Dios y ni siquiera puedo mirar a mi compañera de cuarto a los ojos. Es Iom Kipur. Estoy a punto de rezar durante horas. A punto de ayunar. A punto de rogar por mi vida. Y ni siquiera puedo mirarme en el espejo.
Apoyé mi majzor en mi escritorio y me senté. Miré a mi compañera de cuarto y abrí la boca para disculparme, pero las palabras no salían. Ni siquiera sabía lo que decir. Nos sentamos por un momento mientras el sol comenzaba a bajar y yo empecé a entrar en pánico. Iom Kipur estaba a punto de comenzar y yo ni siquiera podía hablar.
Pero mi compañera pareció percibir mi lucha. “Está bien”, dijo.
“Lo siento”, le dije finalmente.
“Lo sé, está bien. ¿Tu luz queda prendida para esta festividad también?”, preguntó mirando hacia la lámpara junto a mi cama.
“Sí. Gracias. Gracias por ser una compañera tan buena”. Ella sonrió mientras yo me apuraba a salir.
Es Iom Kipur. Un tiempo para perdonar y aceptar el perdón. Un tiempo para relajarse y dejarse llevar.

He aquí cinco caminos para perdonar:

1. Mírate en el espejo. Reconoce que es difícil vivir contigo, que tienes imperfecciones y limitaciones con las que los demás tienen que lidiar todo el tiempo. Perdona las debilidades de los demás al igual que pasas por alto tus propios errores.
2. Piensa en grande. Piensa en Iom Kipur como un mirador en la cima de una montaña que has escalado durante todo el año. Ve los días y sus momentos desplegados frente a ti. Prepárate para ver esta gran imagen de tu vida. Tus mayores objetivos. Tus creencias. Ve a cada persona en tu vida como parte de esa imagen. ¿Qué lección has aprendido de ella, incluso si aprenderla fue una experiencia dolorosa? ¿Qué mensaje te está enseñando Dios al poner a esta persona en tu vida?
3. Di algo. Pedir perdón no requiere una carta larga ni un discurso planeado con meticulosidad. A menudo con sólo “decir algo” alcanza. Lo que sea. Lo siento. Volvamos a comenzar. Quiero que hablemos. Es ese primer paso lo que socava el resentimiento arraigado.
4. Rompe el ciclo. En ocasiones, la dinámica de nuestra relación con las personas que amamos no es buena. Incluso si sientes que tienes razón, rompe la dinámica. Deja de tener la misma discusión una y otra vez. Ten la valentía para dejar la culpa de lado y decir: comencemos de nuevo. “Locura no es hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente, locura es hacer lo mismo una y otra vez sabiendo muy bien el resultado que obtendrás”. Anónimo.
5. Perdona a la vida. En ocasiones sentimos resentimiento hacia otras personas por circunstancias de nuestra propia vida. Es más fácil culpar a las personas que enfrentar nuestras propias desilusiones. Necesitamos ir un paso más allá. Necesitamos perdonar a Dios por todas nuestras frustraciones y nuestros desafíos. Perdonarlo por ocultar Su rostro cuando más lo necesitamos. Perdonarlo por las ocasiones en que aparentemente nos abandonó por completo. Cambiar nuestra actitud y decir gracias. Por la vida. Por otra oportunidad. Por el mismísimo regalo del perdón. Golpear incesantemente en la puerta que se cierra en Iom Kipur. Dios quiere perdonarnos y que nosotros perdonemos.

Parashá de la semana, Vaiélej (Devarim 31) 52

Parashá Vaiélej.



Iom Kipur: Confesión y redención

Asediados por muchos males y problemas, dirán: "Es porque Dios ya no está conmigo que estas cosas malas me han acontecido". En ese día ocultaré completamente Mi rostro debido a todo el mal que han hecho… (Deuteronomio 31:17-18).
Maimónides dice que esta admisión de culpa y arrepentimiento aún no es una confesión completa, y por lo tanto, Dios continúa ocultando Su rostro. Pero el ocultamiento es diferente: ya no es un ocultamiento de Su piedad, permitiendo que el mal caiga sobre ellos, sino un ocultamiento de la redención final. Ese cambio en la relación con Dios contiene una pista de la redención final, en la que el arrepentimiento será completo.
Para entender mejor esto debemos primero entender la función de la confesión verbal en el proceso de teshuvá. El Sefer Hajinuj (Mitzvá 364) ofrece dos explicaciones del beneficio de la confesión verbal. Primero, verbalizar el arrepentimiento evoca la sensación de una conversación con alguien más, lo que a su vez, sensibiliza a la persona ante la realidad de la presencia de Dios, de Su conocimiento de todas las acciones y de la necesidad de rendir cuentas ante Él. Cuanto mayor sea la consciencia de la persona de que su pecado fue hecho en presencia de Dios, con Su absoluto conocimiento, mayor será su vergüenza y arrepentimiento.
Segundo, la expresión verbal intensifica el proceso y produceppl un efecto más duradero.
Además del arrepentimiento por el pasado, la teshuvá también requiere un compromiso a no repetir el pecado otra vez. Ese compromiso debe ser tan decidido y firme que Dios Mismo pueda atestiguar que en el momento de la confesión el pecador no contempla volver a cometer ese pecado nunca más. Al igual que una promesa para hacer (o no hacer) algo en el futuro requiere una expresión verbal, también lo exige el compromiso a no repetir pecados pasados.
El Sefer Yereim especifica otra dimensión a la confesión verbal –la súplica por la expiación. Debe haber un claro reconocimiento de la seriedad del daño causada por el pecado, tanto en términos del daño hecho al alma como a la relación con Dios, como en términos del efecto en el mundo de cerrar los conductos de bendición. Es por esto que uno debe suplicarle a Dios que perdone, cure y repare el daño. Al igual que la plegaria y la súplica deben ser verbalizadas para establecer una sensación de comunicación, también lo debe ser la súplica por el perdón.
* * *
Capas de Impureza
Todavía hay otro aspecto de la confesión que tiene que ver con la naturaleza misma del pecado. El pecado, dice el Maharal, es sólo algo incidental en el alma del judío; no puede manchar el alma misma. En cambio, superpone capas de impureza que separan a la persona de su esencia. Dado que la conexión del judío con Dios es por medio de esa esencia inmaculada, cuando se distancia de la misma, se distancia también de Dios.
La teshuvá es, entonces, el regreso del judío a su esencia y el rompimiento de las barreras que lo separan de Dios. Dios no deja al judío cuando éste peca, sino que es el judío quien pierde contacto con Dios (pero Dios sigue residiendo en la esencia de su alma). Como dicen los Sabios en el versículo: "Estoy dormido, pero mi corazón está despierto" (Cantar de los Cantares 5:2), "mi corazón" se refiere a Dios. A pesar de que el judío duerme y pierde consciencia de Dios, Dios sigue ocupando su corazón.
Al articular su pecado en la confesión de "Vidui", el judío convierte al pecado en algo externo a sí mismo. Luego puede quitar esas capas de pecado que se han agregado a su alma. El Vidui mismo se convierte en un acto de purificación. Así, el Targum Yonatan traduce la palabra "pureza" en el versículo "Ante Dios deberías purificarte"(Levítico 16:30) como "confesarte". La confesión es, en sí misma, el acto de purificación.
Es este último aspecto del Vidui completo lo que está faltando en la confesión: "Porque Dios no está conmigo, todas estas desgracias me han acontecido". A pesar de que esta declaración expresa arrepentimiento, reconocimiento del devastador resultado del pecado, y hasta sugiere un compromiso a evitar este estado en el futuro, sigue incompleta. No hay un reconocimiento de que no es Dios Quien nos ha abandonado, sino que nosotros nos hemos alejado de nosotros mismos y por ende de Dios.
Cuando un judío siente que Dios lo ha abandonado, dice el Sforno, él renuncia a la esperanza, porque piensa que es Dios quien tiene que volver primero. Pero en realidad es el hombre quien se ha desviado de su esencia, y es el hombre quien puede encontrar a Dios en donde lo dejó en un principio. Teshuvá es entonces, literalmente, redención: "Retorna a Mí, porque te he redimido" (Isaías 44:22). Uno redime su esencia de las capas de pecado e impureza que se apegaron a ella.

Mientras no logremos comprender este aspecto de la redención, Dios continuará ocultándonos el rostro de la redención. Cuando apreciemos todos los aspectos del Vidui, incluyendo el reconocimiento de que Dios permanece en donde siempre estuvo, esperando a que nos despojemos de las barreras, podremos mirar hacia adelante, hacia la redención tanto personal como nacional.