miércoles, 11 de enero de 2017

Parashá De La Semana, Vaijí (Bereshit 47:28-50:26) 12

En esta ocasión: "El Midarsh cuenta..." 


Iaakov vivió en Egipto diecisiete años, tras lo cual enfermó para ya no volver a reponerse, pues su deceso sobrevendría indefectiblemente, por eso envió a llamar a Iosef, quien llegó rápidamente hasta donde se hallaba su padre. 

En ese momento Iaakov dijo a Iosef y sus hijos: “yo voy a morir, y el Di-s de vuestros padres ha de recordar a ustedes, y los tornará a la tierra que juró Hashem dar a vosotros y a vuestros hijos que les sucederán. Y ahora, tras mi fallecimiento, sepúltenme en la cueva que está en el campo de Majpela, en Jebrón, en la tierra de Kenaan, con mis padres”.

He hizo jurar a sus hijos que lo enterrarán en la cueva de Majpela que está en Jebrón, y ellos le juramentaron.
Luego el patriarca les encomendó: “Sirvan a Hashem, vuestro Di-s, pues El los salvará de toda aflicción que os sobrevenga, tal como salvó a vuestros padres”.

Posteriormente Iaakov pidió: “¡Llamen a todos vuestros hijos!”.
Así lo hicieron, y todos se sentaron frente a él. Entonces el patriarca los bendijo pronunciando estas palabras: “Hashem, el Di-s de vuestros padres aumente sobre vosotros como a ustedes mil veces, os bendiga, y os Otorgue la bendición de Abraham, vuestro patriarca”. 

Al día siguiente, Iaakov llamó nuevamente a sus hijos, quienes se congregaron y sentaron frente a él.

En ese día los bendijo antes de fallecer, y a cada uno dio una bendición específica, tal como consta en la Torá.


A Iehuda dijo: “Hijo mío, yo se que eres el más fuerte de tus hermanos, y rey por sobre ellos, y tus hijos reinarán sobre los hijos de ellos por la eternidad, pero enseña por favor a tus retoños a disparar con el arco y todos los elementos de guerra, para que batallen en las guerras de su hermano el rey, contra todos sus enemigos”.

Una encomendación más
Otra cosa más encomendó Iaakov a sus hijos en ese día: “Yo me reuniré el día de hoy con mi pueblo, transpórtenme de Egipto, y sepúltenme en la cueva de Majpela, tal como les ordené. Pero cuiden por favor, de que no me cargue alguno de vuestros hijos, sino únicamente ustedes.
Esto es lo que harán, cuando lleven mi cuerpo a la tierra de Kenaan para darme sepultura: Iehuda, Isajar y Zebulún, cargarán mi ataúd por el extremo este. Reubén, Shimón y Gad, lo harán por el sur. Efraim, Mensaje y Biniamin, por el oeste. Dan, Asher y Naftali, por el norte.


Levi, no ayudará en el transporte, pues él y sus hijos cargarán el arca del pacto de Hashem con Israel, en el campamento.

Tampoco mi hijo Iosef cargará, pues al ser el rey debe guardar sus honores, pero Menashe y Efraim, sus hijos, lo reemplazarán.
Así procederán cuando me trasladen, no disminuyan nada de todo lo que les ordené, y será cuando hagan acorde a mi solicitud, que os recordará Hashem para bien, y también a vuestros hijos por la eternidad.

Y ustedes, hijos míos, hónrense unos a los otros, y también a sus parientes, y encomienden a vuestros hijos y nietos, que sirvan a Hashem, el Di-s de vuestros padres, todos sus días, para que se prolonguen vuestros días sobre la tierra, los de vuestros hijos y los de los suyos, por la eternidad, si hicieren lo bueno y recto ante los ojos de Hashem, vuestro Di-s, yendo en Sus caminos”

Y tú Iosef, hijo mío, soporta por favor la culpa de tus hermanos, y todo el mal que te hicieron, pues Di-s lo consideró para beneficio tuyo y de tus hijos. Y no abandones hijo mío, a tus hermanos ante los habitantes de Egipto, y no les causes angustias, pues los encomendé en manos del Di-s de ellos, y a ti concierne cuidarlos todos tus días ante los egipcios”.

Los hijos de Iaakov respondieron a su progenitor: “Todo lo que nos ordenaste hemos de hacer, padre, solo, por favor, que esté nuestro Di-s con nosotros”.

Iaakov les dijo: “Di-s estará con vosotros, al cuidar ustedes Sus caminos. No os apartéis de todos Sus senderos a derecha o izquierda, cuando hagáis lo bueno y recto en Sus ojos, pues yo sé, que muchas aflicciones y males os sobrevendrán en los días postreros, en esta tierra, que alcanzarán a vuestros hijos, y los de ellos, pero sirvan a Hashem y los salvará de toda pena.

Será si fueren detrás de Di-s para servirle, y enseñaren a vuestros hijos, y los de ellos, a conocer a Hashem, entonces levantará un salvador de entre vuestros hijos, y os redimirá Hashem a vosotros, a través suyo, de toda aflicción. Además, os sacará de Egipto, para regresarlos a la tierra de vuestros padres, para que la hereden y vivan seguros”.

Iaakov acabó de ordenar a sus hijos, recogió sus pies sobre la cama, expiró, y se reunió con su pueblo. 

Iosef cayó sobre su padre, clamó, lloró sobre él, y lo besó. Luego llamó con voz amarga: “¡Padre, padre!”.

También vinieron las mujeres de sus hijos, y toda su casa, quienes quebrantados, lloraron junto al cuerpo de Iaakov.

Luego se levantaron todos los hijos de Iaakov, y juntos rasgaron sus vestidos, colocaron arpillera en sus lomos, cayeron sobre sus rostros y arrojaron tierra sobre sus cabezas. 

La noticia le fue dada a Osnat, la mujer de Iosef, quien se levantó, vistió arpillera, y fue a llorar a Iaakov, y con ella también lo hicieron todas las mujeres de Egipto.

También todos los hombres de Egipto, quienes conocían a Iaakov, y varios de Kenaan, llegaron hasta el lugar, luego de haber escuchado la trágica noticia, y lloraron a Iaakov durante setenta días.

Luego de eso, Iosef ordenó a sus siervos, los médicos, realizar el proceso que permite la conservación del cuerpo, a través de diferentes hierbas aromáticas que se aplican sobre el mismo, y ellos acataron su orden.

Tras setenta días de llanto
Pasados los setenta días que duró el llanto, dijo Iosef al Faraón: “Iré, y sepultaré a mi padre en la tierra de Kenaan, tal como me hizo jurar, y regresaré”, y el consentimiento del rey llegó de inmediato.


Iosef y todos sus hermanos se disponían a ir a la tierra de Kenaan a sepultar a su padre, cuando el Faraón ordenó difundir: “Todo aquel que no vaya con Iosef y sus hermanos a la tierra de Kenaan para sepultar a Iaakov, morirá”. Por eso, todos se plegaron al cortejo.

Los hijos de Iaakov cargaban el ataúd en el que el patriarca se hallaba, y todo lo encomendado por él fue realizado.

El lecho fúnebre era de oro puro, y piedras preciosas revestían el contorno. La cubierta había sido tejida por expertos con fibras de oro sujetada por hebras, y sobre ellas había broches elaborados con piedras preciosas.

Sobre el féretro, Iosef colocó una gran corona de oro, y un bastón del mismo metal, además, dispuso un techo, como se estila con los reyes en vida.

Todas las tropas de Egipto se unieron a la caravana, desplazándose en la delantera, los hombres más destacados del Faraón, y los de Iosef, y a continuación, todos los habitantes de Egipto.

La totalidad de los individuos iban ceñidos, con sus espadas, y armaduras puestas. También llevaban sus galardones de guerra. 

En tanto, los que lloraban iban lejos de estos hombres, acompañando al ataúd, mientras el grueso del pueblo, caminaba detrás de ellos.

Iosef, por su parte, y la gente de su casa, se desplazaban juntos, cerca del féretro, descalzos y llorando, mientras los siervos del virrey, y sus guardias, lo hacían en su derredor. Cada uno de ellos llevaba sus armas ceñidas, y sus galardones de guerra.

Cincuenta de los siervos de Iaakov se desplazaban delante del ataúd, y esparcían por todo el camino todo tipo de fragancias aromáticas, y los hijos de Iaakov, quienes transportaban el féretro, caminaban entre ese aroma.

El cortejo llegó hasta “Goren Aatad”, que se halla en el pasaje del río Jordán, y disertaron allí tal como se estila hacer con los que fallecen, donde se habla y rememora acerca de la vida del finado. Esa ceremonia fue mucho mayor a otras ocasiones similares, llevadas a cabo con otros individuos que perecieron.

Los reyes de Kenaan oyeron la noticia y también llegaron hasta el lugar, y al hacerlo vieron sobre el féretro la corona de Iosef, por lo que cada uno se quitó la suya, y la colocó al lado de la del virrey de Egipto, quedando rodeada completamente por las de ellos.

La noticia llegó a Esav


La noticia del fallecimiento de Iaakov llegó hasta los oídos de Esav, quien residía en el monte de Seir. Por tal razón, se levantó, y junto a sus hijos, nietos, hombres de guerra, y toda su casa, fueron a participar del homenaje por Iaakov, y a llorarlo.

Pero cuando se dispusieron a sepultarlo en la cueva de Majpela, ellos se opusieron y guerrearon con los Hebreos, quienes les asestaron una soberbia paliza tras la cual huyeron despavoridos a su tierra. Aunque en la batalla Iosef y sus hombres tomaron prisioneros a Tzefó, el hijo de Elifaz, el primogénito de Esav, y cincuenta hombres que estaban con él. Luego enterraron a Iaakov por la fuerza. 

En tanto los hijos de Esav regresaron a Seir, y pelearon con los dueños de ese lugar, a quienes mataron, y se quedaron con esa tierra. Tomaron todo lo que había pertenecido a los habitantes de Seir que habían aniquilado, sus ovejas, sus vacas, sus bienes, y todo lo que tenían. Luego fragmentaron la tierra en cinco partes, repartiéndosela entre las cinco familias en las que se dividía su pueblo. 

Aconteció luego de esto, que pensaron los hijos de Esav nominar un rey sobre la tierra que habían conquistado, para que dirija el pueblo, y ordene todo lo necesario en las guerras que eventualmente sostendrían en el futuro.

Prácticamente todos estuvieron de acuerdo, pero la condición que solicitaron, fue que desde ahora y para siempre, el rey no sea uno de sus propios hermanos, sino un extranjero, pues sentían gran conturbación por lo que había acontecido en la guerra con la gente de Seir, en la que sufrieron dos veces la traición de sus propios hermanos.

Por tal razón, los hijos de Esav se juramentaron que desde este día en más, no nominarían un rey de sus hermanos, sino extranjero.

Por lo tanto, en ese entonces designaron a uno de los hombres del rey Anguías de Dinhaba, por rey sobre ellos. El nombre del monarca electo era Bela ben Beor, siendo un individuo apto para la guerra, valiente, de bello aspecto, sabio, inteligente y dador de buen consejero, no habiendo un hombre del rey Anguías que se le asemeje.

En tanto, en el año treinta y dos desde que el pueblo de Israel había descendido a Egipto, siendo por entonces Iosef de setenta y un años, fallece el Faraón, nominándose para cubrir su puesto a su hijo Migrón.

Aunque antes de fallecer, el Faraón ordenó a Iosef, que sea para su hijo Migrón el cerebro y dirigente de todo, quedando su hijo sujeto al consejo de Iosef.

Todos se callaron


Ante este hecho, nadie osó decir, que no está de acuerdo en que reine sobre ellos un extranjero. Todo Egipto se conducía según sus decisiones, y él dispuso batallas con todos los enemigos de los derredores, subyugando a la totalidad.

También todos los Filisteos hasta el límite de Kenaan subyugó Iosef, y estaban todos bajo su mando, debiendo abonar cada año impuestos que les habían sido fijados por él.

Hashem otorgó a Iosef mucha sabiduría, esplendor, y gracia hacia él en el corazón de los egipcios y toda la tierra, sobre la cual gobernó por espacio de cuarenta años, y todos los habitantes de las tierras de los Filisteos, Kenaan, Tzidón y el pasaje del Jordán le traían presentes todos los días, en tanto los impuestos eran abonados por ellos de año en año, acorde a la ley.

Luego de haber subyugado a todos los pueblos, Iosef se sentó en su trono seguro, y también todos sus hermanos, los hijos de Iaakov, vivieron seguros en la ciudad de Goshen, durante todos los días de Iosef. Ellos se multiplicaron enormemente en la tierra, y sirvieron a Hashem todos sus días, como su padre les había ordenado. 

Sucedió al cabo de muchos años tras haberse multiplicado mucho los hijos de Esav sobre la tierra, que decidieron salir a enfrentar a los Hebreos y todos los egipcios, para rescatar a Tzefó el hijo de Elifaz, y sus hombres, pues aun se hallaban en Egipto, y eran esclavos de Iosef.

Por tal razón, los hijos de Esav hicieron las paces con todos los reyes de oriente, quienes tras el acuerdo, se plegaron para unirse al ejército que marcharía hacia Egipto para el combate.

Asimismo, hombres de Anguías, el rey de Dinhaba, llegaron para unirse a las tropas de los hijos de Esav, quienes a su vez, enviaron mensajes a los Ishmaelitas, solicitándoles cooperación, y también se sumaron para ayudar en la contienda.

Todos estos hombres se reunieron en Seir para colaborar con los hijos de Esav en la incursión que se aprestaban a realizar en tierras de Egipto para intentar liberar a sus hermanos, formando un escuadrón de ochocientos mil hombres, contando a los combatientes de a pie, mas los jinetes.

Las tropas avanzaron, y llegaron hasta la ciudad de Raamsés. Entonces, salieron a su encuentro Iosef con sus hermanos, mas un cuerpo de guerreros de elite de Egipto, siendo en total unos seiscientos hombres, quienes enfrentaron al invasor.

En ese entonces, cuando comenzó esta nueva guerra, era el año cincuenta desde que el pueblo Hebreo había descendido a Egipto, y el año treinta desde que había sido nominado Bela, rey de los hijos de Esav en Seir.

Y también en esta ocasión, Hashem entregó en manos de Iosef y todos sus valientes a las tropas enemigas, cayendo en esa contienda unos doscientos mil hombres del ejército invasor, incluyendo a Bela ben Beor, el rey de ellos, quien perdió su vida en este combate.

Al ver que su rey cayó, los hijos de Esav temieron, y sintieron debilidad frente a los hijos de Iaakov en esta guerra, razón por la cual retrocedieron y huyeron despavoridamente.

No obstante Iosef y sus hermanos, con sus demás hombres los persiguieron durante todo un día, y mataron unos trescientos combatientes más. Luego de ese golpe, regresaron a Egipto, sin contabilizarse bajas en los hijos de Israel, aunque del ejército egipcio se perdieron doce vidas.

De regreso
Cuando estuvieron de regreso, Iosef tomó nuevas medidas de seguridad con Tzefó y sus hombres, a quienes colocó cadenas, e incrementó el tormento hacia ellos.


En tanto todos los que habían constituido el ejercito de coalición junto a los hijos de Esav, regresaron a sus respectivas tierras en medio de una tremenda vergüenza, pues sus principales combatientes habían caído en esa batalla.

Luego, los hijos de Esav al ver que su rey había muerto, designaron a Iobab ben Zeraj de la tierra de Batzra, a quien coronaron como nuevo rey en reemplazo de Bela.

Este nuevo monarca, reinó en Edom sobre los hijos de Esav durante diez años, y ya no ostentaron incursionar nuevamente en tierras de Egipto para enfrentar a los hijos de Iaakov, pues ya sabían su fortaleza, y sentían mucho temor de ellos.

Aunque desde ese día, el odio de los hijos de Esav sobre los Hebreos se acrecentó notablemente, el cual se prolonga hasta el día de hoy.
En tanto Iosef, era rey en Egipto, y junto a todos sus hermanos habitaron confiados y seguros en aquella tierra, prolongándose esta dicha, todos los días que vivió Iosef y sus hermanos.

Luego sobrevendría la esclavización del pueblo judío, la liberación, la conquista de la tierra de Israel, la construcción del Templo, y su destrucción en dos ocasiones, y ahora aguardamos la redención final, la cual llegará en breve, tal como las señales que han sido profetizadas hace miles de años lo manifiestan.

Pues en esos días, la tierra de Israel volverá a ser habitada por el pueblo judío, y vivirán seguros (es exactamente lo que está aconteciendo ahora, y no estaba en ningún pronóstico, ya que el pueblo judío se hallaba disperso entre las naciones y mermado notoriamente por la destrucción masiva efectuada por los nacis y demás enemigos nuestros. Y si bien aun existen ataques espontáneos perpetrados por los árabes, los mismos son realizados en forma cobarde, a espaldas de los soldados, con permanente temor a ser descubiertos y neutralizados). 

En esos momentos, declaran los versículos, nuevamente se reunirán las naciones para batallar en el enfrentamiento bélico que ha cobrado tanta popularidad en la actualidad, y es mencionada en el Tanaj como la guerra de Gog el rey de Magog, quien se sabe, será un incircunciso.

La misma presentará dos grandes bandos que guerrearán en torno a Jerusalem, por un lado, estarán los Ishamelitas, (Egipto, Ashur y Eilam), y por el otro, Meshej, Tuval, Edom y los reyes del norte (Gog es el rey de Meshej y Tuval). 

En esa contienda se matarán los unos a los otros, y cuando ingresen a Jerusalem, Hashem peleará con ellos por nosotros, y se producirá una gran salvación, como aconteció en Egipto.

Lo que sucederá entonces
Entonces habitaremos definitivamente en paz, será reconstruida Jerusalem y el Tercer Templo Sagrado, Hashem será nuestro Rey, y nosotros Su pueblo. 


Pero para que este gran momento llegue pronto, hace falta que demos un último paso, se requiere de nosotros que nos juguemos por Hashem para demostrar que deseamos Su salvación, y eso se logra a través del cumplimiento de Sus preceptos y el estudio de Su Torá.

Siendo uno de los medios más importantes que acercarán este gran momento, el hecho de responder “Amen” cuando es recitado el “Kadish”.
2Rabí Jía y Rabí Iosi se hospedaron en cierta hostería, y a mitad de la noche, se levantaron para estudiar Torá. 

La hija del propietario del lugar, escuchó y llegó para encender a ellos velas, quedando parada a sus espaldas, prestando atención a las sabias palabras que eran pronunciadas por los eruditos.

Rabí Iosi fue quien dio inicio al tema que tratarían, citando un versículo del libro de los Proverbios (6: 23): “Porque la vela es el precepto y la Torá es la luz, y el camino de la vida, son las éticas de moral”.

Y explicó la redundancia aparente que aparece en el versículo revelando que se aprende de aquí, que todo aquel que se esfuerza en el estudio de la Torá, la Torá ilumina delante de él, y se acredita que sea encendida delante suyo una vela por cada uno de los preceptos que realiza, para que le ilumine en el mundo venidero. Pues al estudiar Torá, logra encender con la luz suprema que se halla en las alturas.

Y sabido es que una “vela” sin luz (fuego) no tiene utilidad, o sea, un precepto sin Torá es como una vela sin luz. Y la luz (el fuego) sin vela tampoco tiene utilidad (pues se apagará enseguida), esto es, el estudio de la Torá sin cumplir sus preceptos. Por eso, cada uno debe esforzarse en el estudio de la Torá, y el cumplimiento de sus preceptos.

Ellos se expandieron en el tema, y continuaron platicando al respecto hasta que escuchó la hija del hotelero, y se acercó hasta la puerta.

Al ver Rabí Iosi que ella estaba parada oyendo, agregó y dijo: “¿Qué es una vela?. Es el precepto a través del cual las mujeres resultan adjudicadas, es decir, las velas de Shabat, pero al ser que las mujeres no están obligadas al estudio de la Torá, entonces ¿cómo lograrán encender sus velas para que iluminen?, esto lo logran con el estudio de sus maridos, el cual enciende sus velas (por eso deben preocuparse en que sus esposos estudien)”.

Al escuchar esas palabras, comenzó a llorar, y al oír su llanto, su padre despertó, e ingresó a la sala donde los sabios se encontraban, quien en ese momento vio a su hija parada detrás de ellos llorando.
El padre le preguntó ¿por qué lloras?. 
Entonces ella le contó lo que había escuchado de boca de los eruditos, acerca de la grandeza del estudio de la Torá, y tras oír esto, también él irrumpió en llanto.

Rabí Iosi se dirigió a él y le preguntó: “¿Acaso tu yerno, el marido de tu hija no estudia Torá?”.

El dueño del hotel respondió: “Esto es lo que sucedió, y por eso, tanto yo como mi hija lloramos permanentemente: Desde aquel día en el cual vi que saltó del techo a la Sinagoga para responder ‘Amén’ junto con la congregación al recitado del ‘Kadish’, enseguida pensé en dar a ese muchacho a mi hija por esposa.

Por eso, cuando la gente hubo abandonado la Sinagoga, le ofrecí a mi hija, pues pensé que si saltó del techo para correr a responder el Kadish, seguro que es un gran hombre, sabio en Torá, a pesar de ser un muchacho joven, y desconocido para mi.

Pero sucedió que ni siquiera recitar la bendición para después de la comida sabe, y no tiene éxito en su estudio, ni puede aprender el recitado del ‘Shemá Israel’”.

Rabí Iosi le respondió: ”Quizá les nace un varón que será un hombre grande”.

En tanto, despertó el muchacho, quien se acercó hasta ellos. Rabí Iosi meditó sobre él y dijo: “Con certeza yo veo en este joven que la luz de la Torá sale de él al mundo, o un hijo le nacerá que se iluminará a través de él”.

El muchacho sonrió y dijo: “Maestros: ¡Permítanme decir algo!. Y comenzó a hablar: está escrito en el libro de Job (32: 6): ‘Joven soy yo en días, y vosotros ancianos, por eso tuve miedo y temí hablar sobre mis conocimientos a vosotros’”.

Luego relató a ellos que vino de Babilonia, y es hijo de Rab Safra. Y prosiguió: “me tuve que quedar en vuestra tierra, y me propuse no revelar mis conocimientos de Torá hasta que transcurran dos meses, y ahora se cumplió el tiempo que he fijado, por eso me alegro de hallarme en torno de grandes de la Torá como vosotros”.
El dueño del hotel y su hija se alegraron enormemente, mientras Rabí Iosi se levantó y lo besó en la frente, tras lo cual lloraron a causa de la inmensa alegría.

Shabat Shalom

R' David ben Israel
Fuentes utilizadas:
1-Sefer Haiashar
2- Zohar Terumá, pag. 166
3- Shulján Aruj Oreaj Jaim 56: 1
4 – Ver Malbi”m en Iejezkel 38: 2
5 – Notrei Amen pag. 5

viernes, 6 de enero de 2017

Parashá De La Semana, Vaigash (Bereshit 44:18-47:27) 11

Parashat "Vaigash"


En esta ocasión: "El Midarsh cuenta..." 

Los hijos de Iaakov habían traído a Biniamín, tal como lo estipuló el virrey de Egipto, quien tras comprobar que todo está en orden, ordenó a su auxiliar, llenar sus bolsas con alimento, y colocar el dinero de cada uno en su equipaje, además, encomendó introducir su copa en la alforja de Biniamín, y darles viandas para el camino.


Transcurrió esa noche, y con la llegada del alba, los hijos de Iaakov madrugaron, colocaron los víveres sobre sus burros, y partieron hacia Kenaan, con Biniamín y su hermano Shimón, a quien habían recuperado. 

Pero antes que se hubieren alejado, Iosef ordenó al intendente de su casa: “Levántate, ve tras esos hombres antes de que se alejen de Egipto, y les dirás: ¿Por qué han robado la copa de mi señor?”.

El individuo acata la orden, y sale tras ellos, los alcanza, y les dice todo lo que su amo le ordenó.

Los hijos de Iaakov, al escuchar tal acusación, se encresparon en gran manera y dijeron: “¡En manos de quien se encuentra la copa de tu señor, que muera, y también nosotros seremos por esclavos!”.

Se dieron prisa, y cada uno desmontó el equipaje de su burro, buscaron en sus alforjas, y resultó que la copa se encontraba en la de Biniamín.


Lo que esto provocó

Tras este suceso, rasgaron sus ropas y tornaron a la ciudad. Además, reprendieron a Biniamín durante todo el camino.


Llegaron a Egipto, fueron conducidos a casa del virrey, y lo hallaron sentado en su trono, además, todos sus soldados de elite se hallaban apostados a su derecha e izquierda. El mandatario dijo: “¿Qué significa esto que han hecho?. ¿Han tomado mi copa y se marcharon?”.

Pero yo se que para saber a través de ella, donde se encuentra vuestro hermano perdido, la han tomado.

Iehuda le dijo: “¿Qué podemos decir a mi señor?. ¿Qué hablaremos y cómo justificaremos?. Di-s Halló el pecado de tus siervos, el día de hoy, por eso nos Ha hecho esto”.

Iosef se levantó, y tomó violentamente a Biniamín de ellos. Ingresó a su morada, y cerró la puerta frente a sus rostros.

Luego, el virrey ordenó al encargado de su mansión decir a los individuos: “Regresen en paz a vuestras casas, ya he tomado al varón en manos de quien se hallaba mi copa”.

Al apreciar Iehuda la actitud del mandatario, avanzó, derribó la puerta, e ingresó con sus hermanos, hasta quedar frente al virrey.

Entonces dijo: “No se enoje mi señor, y permíteme hablar unas palabras delante de ti”.

Iosef le dijo: “¡Habla!”.

Entonces, Iehuda, mientras sus hermanos también se hallaban presentes, comienza a hablar: “En principio, cuando vinimos a mi señor por alimento, y nos has tratado de espías, solicitasteis que trajésemos a nuestro hermano Biniamín, ¿y aun prosigues infamándonos el día de hoy?. Y ahora, escucha por favor, señor rey, mis palabras, y envía a nuestro hermano para que regrese con nosotros a su padre, para que no sea destruida tu alma, y las de todos los habitantes de Egipto el día de hoy.

Sabes lo que hicieron dos de mis hermanos Shimón y Levi a la ciudad de Shjem, y a las siete ciudades Emorreas por causa de nuestra hermana Dina, y ¿qué estarán dispuestos a hacer por nuestro hermano Biniamín?.

Además, yo poseo una fortaleza y valentía superior a la de ellos dos juntos el día de hoy, que descargaré sobre ti y toda tu tierra, si no aceptas enviar a nuestro hermano.

Seguramente has escuchado lo que Hizo nuestro Di-s, Quien nos eligió, al Faraón por causa de nuestra matriarca Sara, que fue tomada por él de nuestro patriarca Abraham, a quien asestó grandes flagelos, y también a su pueblo, a tal punto que pese a haber pasado tanto tiempo, aun en Egipto cuentan uno al otro acerca de este asombroso acontecimiento perpetrado por nuestro Di-s.

Eso mismo Hará nuestro Di-s a ti por Biniamín, a quien tomaste de nuestro padre, y por las aflicciones que nos estás ocasionando en tu tierra el día de hoy.

Pues recordará nuestro Di-s Su pacto con nuestro patriarca Abraham, y Traerá sobre ti mal, por causa que has perturbado el alma de nuestro padre.

Por eso escucha mis palabras que he hablado el día de hoy, envía a nuestro hermano, y nos iremos, para que no muráis, tú y toda tu gente por espada, pues no podrán todos ustedes conmigo”.


Iosef responde con fuerza

Iosef respondió: “¿Por que das rienda suelta a tu lengua, y te vanaglorias sobre nosotros diciendo que eres poderoso?. ¡Vive el Faraón, que si enviare sobre vosotros todos mis bravos guerreros, para que os enfrentaren, os hundiréis en vuestro esputo, tú y tus hermanos esos!”.


Iehuda replica: “¡Habríais de temer, tú y tu gente delante de mi!. ¡Vive Hashem, que si desenvaino mi espada, no tornará a su vaina, vacía, hasta que haya matado el día de hoy a todo Egipto!. ¡Comenzaré por ti, y culminaré con tu amo, el Faraón!”.

Iosef le respondió: “¡No solo tú eres fuerte y valiente, pues yo lo soy más que tú!. ¡Si sacas tu espada, la pasaré por tu cuello, y el de todos tus hermanos esos!”.
Iehuda insiste: “Si abro mi boca por ti, serás devorado, y desaparecerás de la tierra el día de hoy, junto con todo tu reinado”

Iosef le dijo: “Si abres tu boca, tengo suficiente fuerza y valor como para cerrártela con una piedra bien grande, hasta que no puedas emitir palabra alguna”. 
Y prosiguió: “Observa cuantas piedras tengo delante de mí, puedo tomar una, introducírtela en tu boca, y romperte las muelas”.

Iehuda intenta: “Hashem es testigo, que no buscamos esta guerra contigo desde un principio hasta ahora, solo danos nuestro hermano y nos iremos”.
Iosef respondió: “Vive el Faraón, que si vinieren todos los reyes de Kenaan con todos vosotros juntos, no lo tomarán de mi. Ahora váyanse, tomen vuestro camino hacia vuestro padre, y vuestro hermano será para mi por esclavo, pues robó la casa del rey”.

Iehuda le dijo: “¿Qué tienes tú con eso de llamarte rey?. El rey aporta de su tesoro a toda la tierra plata y oro en enormes cantidades, ya sea como préstamo, o en forma definitiva. ¿Y tú aun hablas sobre tu copa que colocaste en la alforja de Biniamín, y dices que te la robó?.

Di-s libre que nuestro hermano Biniamín, y la simiente de Abraham, haga algo así, de robar algo a ti o a otra persona, ya sea rey, ministro o cualquier alma. Por eso, acaba de hablar sobre este asunto, para que esas palabras no sean oídas por toda la tierra y digan: ‘por una pequeña cantidad de plata, riñe el rey de Egipto con los hombres, y por eso tomó de ellos a su hermano por esclavo’”.

Iosef respondió: “Llévense esta copa, retírense de delante de mi presencia, y dejen a vuestro hermano por esclavo, pues la ley declara que un ladrón debe ser convertido en esclavo”.
Iehuda le dijo: “¿Por qué no te avergüenzas por tus palabras?. ¡Devuelve a nuestro hermano y toma tu copa!.

Pues si nos dieres mil veces el valor de tu copa, no abandonaremos a nuestro hermano, siquiera por la plata que se halle en poder de todas las personas, daremos la vida por él”.
El virrey contestó: “¿Por qué abandonasteis a vuestro hermano (Iosef), y lo vendisteis por veinte monedas?. ¿Por qué no habéis de hacer lo mismo también con este hermano?”

Iehuda continúa: “Hashem es testigo entre tú y yo que no quisimos guerrear contigo, por eso, ahora danos a nuestro hermano, y nos iremos sin pelear”.

Iosef aclara: “Si reunieren a todos los reyes de la tierra, no podrán tomar a vuestro hermano de mis manos”.

Iehuda prosigue: “¿Qué responderemos a nuestro padre cuando vea que nuestro hermano no está con nosotros, y se preocupe por él?”.

El virrey contesta: “Esto es lo que habéis de decirle: ¡Fue la soga detrás del balde!”.
Iehuda intenta: “Tú eres rey, y ¿por qué hablas esas palabras, juzgando un juicio de engaño?. Pobre del rey que sea como tú”.

Iosef ataca nuevamente: “No hay juicio de engaño como la cuestión de la que hablaron, por Iosef vuestro hermano, al que vendisteis todos vosotros por veinte monedas a los Medianitas, y luego tornasteis a vuestro padre y dijisteis: ‘una bestia salvaje lo devoró’”.

Iehuda dijo: “El fuego de Shjem (la ciudad que destruyeron Shimón y Levi) se enciende en mi corazón, ahora quemaré a ustedes y toda vuestra tierra pasaré por fuego”.

Iosef le respondió: “El fuego de Tamar, tu cuñada, que mató a tus hijos apaga el fuego de Shjem”.

Iehuda prosigue: “Vive Hashem que si sería quitado de mi carne un pelo, llenaría de sangre todo Egipto”.

Iosef contestó: “Así es el juicio que hacéis, tal como habéis hecho a vuestro hermano que habéis vendido, y bañasteis su túnica en sangre, y la llevasteis a vuestro padre, para que crea que una bestia salvaje lo devoró”.

Iehuda oyó estas palabras, y enfureció, por lo que tomó una enorme piedra que había en el lugar, y la pulverizó, mostrando su notable fuerza.

Iosef se consternó por la demostración, por eso ordenó a su hijo Menashe que realice un acto similar con otra piedra de igual tamaño. El muchacho, cumple la orden de su padre, y pulveriza una gran roca, tal como Iehuda había hecho.

Iehuda pregunta a sus hermanos: “¿No me van a decir que este es un egipcio?. Su vigorosidad es característica de la simiente de nuestro padre”.

Iosef intervino: “No solo a vosotros fue dada la fortaleza, pues también nosotros somos vigorosos, entonces ¿por qué se vanaglorian todos ustedes?”.

Iehuda respondió: “Deja, por favor, ir a mi hermano, y no destruiremos tu tierra el día de hoy”.
El virrey replica: “Vayan y digan a vuestro padre que una bestia salvaje lo devoró, tal como dijisteis de Iosef vuestro hermano”.

Iehuda lleno de furia solicitó a su hermano Naftali: “Apresúrate y cuenta cuantos poblados hay en Egipto, y dímelo”. 



Ahora interviene Shimon


En tanto Shimón interviene y propone: “¿Para qué te tienes que molestar, voy al monte, tomo una enorme piedra, la pongo sobre todo Egipto, y mato a todos sus habitantes?”.

Iosef escuchó todas estas cosas, ya que ellos no sabían que comprendía Hebreo, pues hasta ahora hablaban a través de un intérprete, por eso, al enterarse de sus planes de destruir todo Egipto, el virrey se preocupó mucho, por lo que ordenó a su hijo Menashe que reúna todas las huestes de la nación.

En tanto, Naftali regresaba y pasaba el informe a Iehuda: “Hay doce sitios poblados en estas tierras”.

Iehuda sentenció, y comunicó a sus hermanos: “Desenvainen vuestras espadas, y destruyamos este sitio. Yo me encargo de tres poblados, y ustedes uno cada uno”.

Aunque no alcanzaron a salir para comenzar la matanza, que los batallones reunidos por Menashe rodearon a los hijos de Iaakov, y lanzaban feroces gritos de combate, aunque no les hacían daño, pues eso les había ordenado el virrey, que solo los atemoricen, pero sin tocarlos.
Los Hebreos temieron por el ensordecedor griterío, pero Iehuda les reclama: “¿Por qué teméis?. ¡La generosidad de nuestro Di-s está con nosotros!”.

En ese momento, Iehuda desenfundó su espada, dio un brinco, y perpetró un terrible rugido, que atemorizó a los egipcios, quienes huyeron despavoridos.

Los Hebreos fueron tras ellos, y los persiguieron hasta la casa del Faraón, lugar donde pudieron escabullirse, y escapar definitivamente. En tanto Iehuda se detuvo frente al virrey, y lanzó nuevamente un feroz y amargo rugido, que fue escuchado a gran distancia, provocando como causa de su potencia, que la tierra tiemble.

El Faraón quiere saber

El Faraón, tras este nuevo suceso, solicitó le informen que es lo que está pasando, y los ministros le contaron todo desde el principio hasta el final.

Por tal razón, envió decir a Iosef: “¿Para destruir todo Egipto has traído a los Hebreos?. ¿Qué tienes con el esclavo ladrón ese? ¡Déjalo que se vaya con sus hermanos!. De ese modo no seremos destruidos, tanto nosotros, como tú mismo, y la tierra de Egipto. 

Y si no estás dispuesto a hacer esto, abandona todo aquí, y vete con ellos a su tierra, si es que lo prefieres. Pues matarán a todos mis hombres, y encima todas las mujeres de Egipto perdieron sus embarazaos por sus gritos. Mira lo que han hecho con sus estruendos y sus palabras, y si combatieren con espada, acabarán por destruir lo que queda de la tierra. Ahora elige lo que prefieres: si a mi, o a los Hebreos, si a Egipto, o la tierra de los Hebreos”.
Enseguida transmitieron estas cosas al virrey, quien temió mucho por las palabras del Faraón.
Los hijos de Iaakov seguían gritando, y Iosef buscaba como darse a conocer a sus hermanos, pues temía que destruyan Egipto, y esa era la única fuente de alimento del mundo, por lo que si lo hacían, destruían el mundo entero.

Por tal razón, ordenó a su hijo Menashe que se dirija a Iehuda, y lo calme. El muchacho le pone su mano sobre el hombro, tranquilizándolo por completo.
Iehuda dijo a sus hermanos: “¿No me van a decir que este es un egipcio?. Su vigorosidad es característica de la simiente de nuestro padre”.

Iosef percibió que el furor de Iehuda se aplacó, por lo que se acercó a él para hablar en tono suave: “Es cierto todo el poder que habéis dicho poseer, y vuestro Di-s, Quién los desea os aumente bondades, pero dime por favor, ¿por qué tú peleas conmigo por el joven, y ninguno de tus hermanos abre su boca al respecto?”.

Iehuda respondió: “Tú sabes que me entregué como garante por mi hermano frente a mi padre, al cual dije que si no se lo traemos, habré pecado hacia él por la eternidad, es por eso que me he acercado a ti de entre todos mis hermanos, al ver que no era tu intención entregárnoslo, y ahora halle yo gracia en tus ojos, y envíalo para que vaya con sus hermanos, y yo quedaré en su lugar para servirte en todo lo que desees. Pues ante toda cosa que me encomiendes, iré a satisfacer tu deseo con toda mi gran fuerza. Envíame a un rey poderoso que se insubordinó a ti, y sabrás lo que haré a él y a su tierra, inclusive si posee carros y ejército poderoso. Mataré a todos, y te traeré la cabeza del rey.

Seguramente sabes, que Abraham, nuestro abuelo con su siervo Eliézer, destruyeron ellos dos a todos los reyes de Eilam con sus ejércitos en una sola noche, no dejaron sobreviviente. Y desde ese día, nos fue otorgada la fortaleza de nuestro patriarca por heredad a nosotros y nuestra descendencia por la eternidad”.

Iosef respondió y dijo: “Es verdad lo que dices, ya que nos fue dicho que los Hebreos poseen gran fuerza y Hashem, vuestro Di-s, los desea mucho, ¿quién puede frente a vosotros?.

Pero a cambio de esto enviaré a vuestro hermano: si trajeren delante de mi a su hermano por parte de su madre, al que dijisteis que descendió a Egipto. Será cuando me lo traigan, que lo tomaré en su reemplazo, teniendo en cuenta que ninguno de ustedes se ofreció como garante delante de vuestro padre por él. Será cuando lo traigan a mi, que os entregaré a vuestro hermano por el que os habéis ofrecido como garantes”.

Iehuda enfureció terriblemente al escuchar estas palabras, y de sus ojos manaron lágrimas de sangre. Dijo a sus hermanos: “¿Este quiere que lo matemos a él y a todo Egipto el día de hoy?”.

Shimón respondió: “Ya te dijimos al principio que no sabemos donde se encuentra, y tampoco si está vivo o muerto. ¿Por qué mi señor, hablas palabras como esas?”.
El virrey observó el rostro de Iehuda, y supo que despertó su ira al decir que traigan a su otro hermano en su reemplazo. En ese momento Iosef les dijo: “Ustedes dijeron que vuestro hermano falleció y se perdió, y he aquí, si lo llamo y viene me lo darán en reemplazo de Biniamín!.

Enseguida empezó el virrey a llamar: ‘Iosef, Iosef, ven hacia mi y te mostraré a tus hermanos’”.
Al hablar de ese modo, los individuos miraban en todas direcciones, para ver de donde vendría su hermano Iosef.



Iosef se hace el disimulado


Iosef vio todo lo que hacían, y les dijo: “¿Por qué miran hacia todos lados?, ¡Yo soy Iosef, vuestro hermano que habéis vendido, pues para otorgar vida en época de hambre me ha enviado Di-s delante de vosotros!”.

Sus hermanos se estremecieron, al escuchar lo dicho por Iosef, y Iehuda se consternó enormemente. En cambio, Biniamín, al escuchar las palabras de su hermano, salió de la casa, corrió a Iosef, lo abrazó, se arrojó sobre su cuello y lloró.
Los hermanos de Iosef vieron la actitud de Biniamín, por lo que también corrieron a abrazarlo.

El Faraón, en tanto se enteró que los hermanos de Iosef llegaron a Egipto, y de inmediato mandó a decirles que traigan todas sus familias y pertenencias, para quedarse a vivir en esta tierra.

Por eso, Iosef envió a sus hermanos de regreso a Kenaan para que busquen a su padre, y las familias, para que vengan todos a Egipto, ya que restaban aun cinco años de hambre en la tierra.

Así lo hicieron los hijos de Iaakov, e informaron a su padre de las buenas nuevas: “Iosef está vivo y es rey de Egipto”.

Esta noticia hizo revivir el espíritu de Iaakov, que ahora podía ver las carrozas enviadas por Iosef, y toda la delegación de escoltas que su hijo envió para que ayuden en el traslado. Y quedó atrás la pesadez de sus ojos y el abatimiento, que no le permitían ver en el pasado, todo eso había quedado en el olvido, y con ímpetu renovado se disponía a partir para poder apreciar a su amado hijo, por el que tanto había llorado y guardado duelo creyéndolo muerto.

Pero antes de llegar allí, a Iaakov le preocupaba que se lleve a cabo una cosa esencial para que puedan radicarse en Egipto: “la construcción de establecimientos de estudio”.

Por eso, pidió a Iehuda que se adelante para que acondicione inmuebles para que en ellos se enseñen las palabras de la Torá a los chicos, y también a sus padres. 

Este es un mensaje de Iaakov para todas las generaciones, ya que el pueblo judío, debería soportar a través de su historia, innumerables exilios, tal como lo describen los miles de libros compuestos por autores de todas las épocas, que narran lo ocurrido a través de los años.
El punto a tener en cuenta antes de trasladarse a un nuevo sitio, es la educación de los hijos, asegurarse previamente de que en ese lugar adonde uno va, haya establecimientos educacionales aptos y adecuados, que puedan transmitir a nuestros hijos las enseñanzas de nuestras raíces y fundamentos, nuestra historia como pueblo, las leyes de convivencia, y la conducta que es menester llevar para hallar gracia ante los ojos del Todopoderoso, y así poder tener una vida digna, grata y feliz aquí en este mundo, y también en el venidero.

Pues si uno elige un barrio, una ciudad, o un país solo porque en él hay buenas universidades para que los chicos puedan estudiar en ellas y se reciban de ingeniero, arquitecto, o físico nuclear, este título alcanzado, les permitirá quizá tener una perspectiva de empleo a un nivel más alto y jerarquizado, pero ¿quién puede asegurar que por el solo hecho de tener el título lograrán que los tomen para desempeñar funciones acorde a la carrera que han seguido?.

Pero supongamos que esto acontece y consiguen emplearse adecuadamente, en ese caso, ¿Quién les puede asegurar que gozarán de buena salud para poder desenvolverse adecuadamente en el futuro en ese empleo que han conseguido?.

De todos modos, si también esto sucede, ¿Quién puede garantizarles que su entorno se mantendrá íntegro permitiéndoles contar con un estado emocional equilibrado, fundamental para poder desarrollar sus actividades de manera eficiente, y de ese modo conservar el puesto por muchos años (o los clientes y el status de buen profesional en caso de ser un trabajador independiente)?.

Vemos que no es lo esencial elegir un lugar que se adecue a los objetivos mundanos y terrenales, pues la realización de tal meta será posible solo si todos los factores en conjunto nos permiten la concreción la misma, pues uno puede tener mucho dinero, y adquirir un yate para recorrer los mares del mundo, equiparlo convenientemente, y prepararse para la partida, pero su deseo podrá concretarse, solo si su estado de salud le permite emprender un viaje de ese tipo, detalle que no está en sus manos, sino en Sus manos.

Por eso, es menester primeramente, ocuparse de que nuestros chicos reciban orientación acorde a las enseñanzas de la Torá, la cual les permitirá vivir con seguridad y felicidad, por más que en sus vidas se interpongan eventuales amarguras, sinsabores, flagelos y desventuras, pues sabrán que a través de la observancia de los preceptos y el cumplimiento de la Torá, están obteniendo la gracia del Creador, y el pasaporte a la vida eterna, lo que les permitirá vivir felices también ahora, en su vida en este mundo. Entonces si, cuando definimos este aspecto, es el momento de buscar la mejor universidad para que nuestro hijo estudie medicina, arquitectura, física nuclear, o lo que desee para ganarse la vida en el futuro. Esta manera de proceder es la acertada, y la que conduce a la vida verdadera, grata, feliz y eterna. 

Shabat Shalom

R' David ben Israel
Fuentes utilizadas:
1 Sefer Haiashar
2- Midrash Rabá Vaigash 95: