En esta ocasión: "El Midarsh cuenta..."
Iaakov vivió en Egipto diecisiete años, tras lo cual enfermó para ya no volver a reponerse, pues su deceso sobrevendría indefectiblemente, por eso envió a llamar a Iosef, quien llegó rápidamente hasta donde se hallaba su padre.
En ese momento Iaakov dijo a Iosef y sus hijos: “yo voy a morir, y el Di-s de vuestros padres ha de recordar a ustedes, y los tornará a la tierra que juró Hashem dar a vosotros y a vuestros hijos que les sucederán. Y ahora, tras mi fallecimiento, sepúltenme en la cueva que está en el campo de Majpela, en Jebrón, en la tierra de Kenaan, con mis padres”.
He hizo jurar a sus hijos que lo enterrarán en la cueva de Majpela que está en Jebrón, y ellos le juramentaron.
Luego el patriarca les encomendó: “Sirvan a Hashem, vuestro Di-s, pues El los salvará de toda aflicción que os sobrevenga, tal como salvó a vuestros padres”.
Posteriormente Iaakov pidió: “¡Llamen a todos vuestros hijos!”.
Así lo hicieron, y todos se sentaron frente a él. Entonces el patriarca los bendijo pronunciando estas palabras: “Hashem, el Di-s de vuestros padres aumente sobre vosotros como a ustedes mil veces, os bendiga, y os Otorgue la bendición de Abraham, vuestro patriarca”.
Al día siguiente, Iaakov llamó nuevamente a sus hijos, quienes se congregaron y sentaron frente a él.
En ese día los bendijo antes de fallecer, y a cada uno dio una bendición específica, tal como consta en la Torá.
A Iehuda dijo: “Hijo mío, yo se que eres el más fuerte de tus hermanos, y rey por sobre ellos, y tus hijos reinarán sobre los hijos de ellos por la eternidad, pero enseña por favor a tus retoños a disparar con el arco y todos los elementos de guerra, para que batallen en las guerras de su hermano el rey, contra todos sus enemigos”.
Una encomendación más
Otra cosa más encomendó Iaakov a sus hijos en ese día: “Yo me reuniré el día de hoy con mi pueblo, transpórtenme de Egipto, y sepúltenme en la cueva de Majpela, tal como les ordené. Pero cuiden por favor, de que no me cargue alguno de vuestros hijos, sino únicamente ustedes.
Esto es lo que harán, cuando lleven mi cuerpo a la tierra de Kenaan para darme sepultura: Iehuda, Isajar y Zebulún, cargarán mi ataúd por el extremo este. Reubén, Shimón y Gad, lo harán por el sur. Efraim, Mensaje y Biniamin, por el oeste. Dan, Asher y Naftali, por el norte.
Levi, no ayudará en el transporte, pues él y sus hijos cargarán el arca del pacto de Hashem con Israel, en el campamento.
Tampoco mi hijo Iosef cargará, pues al ser el rey debe guardar sus honores, pero Menashe y Efraim, sus hijos, lo reemplazarán.
Así procederán cuando me trasladen, no disminuyan nada de todo lo que les ordené, y será cuando hagan acorde a mi solicitud, que os recordará Hashem para bien, y también a vuestros hijos por la eternidad.
Y ustedes, hijos míos, hónrense unos a los otros, y también a sus parientes, y encomienden a vuestros hijos y nietos, que sirvan a Hashem, el Di-s de vuestros padres, todos sus días, para que se prolonguen vuestros días sobre la tierra, los de vuestros hijos y los de los suyos, por la eternidad, si hicieren lo bueno y recto ante los ojos de Hashem, vuestro Di-s, yendo en Sus caminos”
Y tú Iosef, hijo mío, soporta por favor la culpa de tus hermanos, y todo el mal que te hicieron, pues Di-s lo consideró para beneficio tuyo y de tus hijos. Y no abandones hijo mío, a tus hermanos ante los habitantes de Egipto, y no les causes angustias, pues los encomendé en manos del Di-s de ellos, y a ti concierne cuidarlos todos tus días ante los egipcios”.
Los hijos de Iaakov respondieron a su progenitor: “Todo lo que nos ordenaste hemos de hacer, padre, solo, por favor, que esté nuestro Di-s con nosotros”.
Iaakov les dijo: “Di-s estará con vosotros, al cuidar ustedes Sus caminos. No os apartéis de todos Sus senderos a derecha o izquierda, cuando hagáis lo bueno y recto en Sus ojos, pues yo sé, que muchas aflicciones y males os sobrevendrán en los días postreros, en esta tierra, que alcanzarán a vuestros hijos, y los de ellos, pero sirvan a Hashem y los salvará de toda pena.
Será si fueren detrás de Di-s para servirle, y enseñaren a vuestros hijos, y los de ellos, a conocer a Hashem, entonces levantará un salvador de entre vuestros hijos, y os redimirá Hashem a vosotros, a través suyo, de toda aflicción. Además, os sacará de Egipto, para regresarlos a la tierra de vuestros padres, para que la hereden y vivan seguros”.
Iaakov acabó de ordenar a sus hijos, recogió sus pies sobre la cama, expiró, y se reunió con su pueblo.
Iosef cayó sobre su padre, clamó, lloró sobre él, y lo besó. Luego llamó con voz amarga: “¡Padre, padre!”.
También vinieron las mujeres de sus hijos, y toda su casa, quienes quebrantados, lloraron junto al cuerpo de Iaakov.
Luego se levantaron todos los hijos de Iaakov, y juntos rasgaron sus vestidos, colocaron arpillera en sus lomos, cayeron sobre sus rostros y arrojaron tierra sobre sus cabezas.
La noticia le fue dada a Osnat, la mujer de Iosef, quien se levantó, vistió arpillera, y fue a llorar a Iaakov, y con ella también lo hicieron todas las mujeres de Egipto.
También todos los hombres de Egipto, quienes conocían a Iaakov, y varios de Kenaan, llegaron hasta el lugar, luego de haber escuchado la trágica noticia, y lloraron a Iaakov durante setenta días.
Luego de eso, Iosef ordenó a sus siervos, los médicos, realizar el proceso que permite la conservación del cuerpo, a través de diferentes hierbas aromáticas que se aplican sobre el mismo, y ellos acataron su orden.
Tras setenta días de llanto
Pasados los setenta días que duró el llanto, dijo Iosef al Faraón: “Iré, y sepultaré a mi padre en la tierra de Kenaan, tal como me hizo jurar, y regresaré”, y el consentimiento del rey llegó de inmediato.
Iosef y todos sus hermanos se disponían a ir a la tierra de Kenaan a sepultar a su padre, cuando el Faraón ordenó difundir: “Todo aquel que no vaya con Iosef y sus hermanos a la tierra de Kenaan para sepultar a Iaakov, morirá”. Por eso, todos se plegaron al cortejo.
Los hijos de Iaakov cargaban el ataúd en el que el patriarca se hallaba, y todo lo encomendado por él fue realizado.
El lecho fúnebre era de oro puro, y piedras preciosas revestían el contorno. La cubierta había sido tejida por expertos con fibras de oro sujetada por hebras, y sobre ellas había broches elaborados con piedras preciosas.
Sobre el féretro, Iosef colocó una gran corona de oro, y un bastón del mismo metal, además, dispuso un techo, como se estila con los reyes en vida.
Todas las tropas de Egipto se unieron a la caravana, desplazándose en la delantera, los hombres más destacados del Faraón, y los de Iosef, y a continuación, todos los habitantes de Egipto.
La totalidad de los individuos iban ceñidos, con sus espadas, y armaduras puestas. También llevaban sus galardones de guerra.
En tanto, los que lloraban iban lejos de estos hombres, acompañando al ataúd, mientras el grueso del pueblo, caminaba detrás de ellos.
Iosef, por su parte, y la gente de su casa, se desplazaban juntos, cerca del féretro, descalzos y llorando, mientras los siervos del virrey, y sus guardias, lo hacían en su derredor. Cada uno de ellos llevaba sus armas ceñidas, y sus galardones de guerra.
Cincuenta de los siervos de Iaakov se desplazaban delante del ataúd, y esparcían por todo el camino todo tipo de fragancias aromáticas, y los hijos de Iaakov, quienes transportaban el féretro, caminaban entre ese aroma.
El cortejo llegó hasta “Goren Aatad”, que se halla en el pasaje del río Jordán, y disertaron allí tal como se estila hacer con los que fallecen, donde se habla y rememora acerca de la vida del finado. Esa ceremonia fue mucho mayor a otras ocasiones similares, llevadas a cabo con otros individuos que perecieron.
Los reyes de Kenaan oyeron la noticia y también llegaron hasta el lugar, y al hacerlo vieron sobre el féretro la corona de Iosef, por lo que cada uno se quitó la suya, y la colocó al lado de la del virrey de Egipto, quedando rodeada completamente por las de ellos.
La noticia llegó a Esav
La noticia del fallecimiento de Iaakov llegó hasta los oídos de Esav, quien residía en el monte de Seir. Por tal razón, se levantó, y junto a sus hijos, nietos, hombres de guerra, y toda su casa, fueron a participar del homenaje por Iaakov, y a llorarlo.
Pero cuando se dispusieron a sepultarlo en la cueva de Majpela, ellos se opusieron y guerrearon con los Hebreos, quienes les asestaron una soberbia paliza tras la cual huyeron despavoridos a su tierra. Aunque en la batalla Iosef y sus hombres tomaron prisioneros a Tzefó, el hijo de Elifaz, el primogénito de Esav, y cincuenta hombres que estaban con él. Luego enterraron a Iaakov por la fuerza.
En tanto los hijos de Esav regresaron a Seir, y pelearon con los dueños de ese lugar, a quienes mataron, y se quedaron con esa tierra. Tomaron todo lo que había pertenecido a los habitantes de Seir que habían aniquilado, sus ovejas, sus vacas, sus bienes, y todo lo que tenían. Luego fragmentaron la tierra en cinco partes, repartiéndosela entre las cinco familias en las que se dividía su pueblo.
Aconteció luego de esto, que pensaron los hijos de Esav nominar un rey sobre la tierra que habían conquistado, para que dirija el pueblo, y ordene todo lo necesario en las guerras que eventualmente sostendrían en el futuro.
Prácticamente todos estuvieron de acuerdo, pero la condición que solicitaron, fue que desde ahora y para siempre, el rey no sea uno de sus propios hermanos, sino un extranjero, pues sentían gran conturbación por lo que había acontecido en la guerra con la gente de Seir, en la que sufrieron dos veces la traición de sus propios hermanos.
Por tal razón, los hijos de Esav se juramentaron que desde este día en más, no nominarían un rey de sus hermanos, sino extranjero.
Por lo tanto, en ese entonces designaron a uno de los hombres del rey Anguías de Dinhaba, por rey sobre ellos. El nombre del monarca electo era Bela ben Beor, siendo un individuo apto para la guerra, valiente, de bello aspecto, sabio, inteligente y dador de buen consejero, no habiendo un hombre del rey Anguías que se le asemeje.
En tanto, en el año treinta y dos desde que el pueblo de Israel había descendido a Egipto, siendo por entonces Iosef de setenta y un años, fallece el Faraón, nominándose para cubrir su puesto a su hijo Migrón.
Aunque antes de fallecer, el Faraón ordenó a Iosef, que sea para su hijo Migrón el cerebro y dirigente de todo, quedando su hijo sujeto al consejo de Iosef.
Todos se callaron
Ante este hecho, nadie osó decir, que no está de acuerdo en que reine sobre ellos un extranjero. Todo Egipto se conducía según sus decisiones, y él dispuso batallas con todos los enemigos de los derredores, subyugando a la totalidad.
También todos los Filisteos hasta el límite de Kenaan subyugó Iosef, y estaban todos bajo su mando, debiendo abonar cada año impuestos que les habían sido fijados por él.
Hashem otorgó a Iosef mucha sabiduría, esplendor, y gracia hacia él en el corazón de los egipcios y toda la tierra, sobre la cual gobernó por espacio de cuarenta años, y todos los habitantes de las tierras de los Filisteos, Kenaan, Tzidón y el pasaje del Jordán le traían presentes todos los días, en tanto los impuestos eran abonados por ellos de año en año, acorde a la ley.
Luego de haber subyugado a todos los pueblos, Iosef se sentó en su trono seguro, y también todos sus hermanos, los hijos de Iaakov, vivieron seguros en la ciudad de Goshen, durante todos los días de Iosef. Ellos se multiplicaron enormemente en la tierra, y sirvieron a Hashem todos sus días, como su padre les había ordenado.
Sucedió al cabo de muchos años tras haberse multiplicado mucho los hijos de Esav sobre la tierra, que decidieron salir a enfrentar a los Hebreos y todos los egipcios, para rescatar a Tzefó el hijo de Elifaz, y sus hombres, pues aun se hallaban en Egipto, y eran esclavos de Iosef.
Por tal razón, los hijos de Esav hicieron las paces con todos los reyes de oriente, quienes tras el acuerdo, se plegaron para unirse al ejército que marcharía hacia Egipto para el combate.
Asimismo, hombres de Anguías, el rey de Dinhaba, llegaron para unirse a las tropas de los hijos de Esav, quienes a su vez, enviaron mensajes a los Ishmaelitas, solicitándoles cooperación, y también se sumaron para ayudar en la contienda.
Todos estos hombres se reunieron en Seir para colaborar con los hijos de Esav en la incursión que se aprestaban a realizar en tierras de Egipto para intentar liberar a sus hermanos, formando un escuadrón de ochocientos mil hombres, contando a los combatientes de a pie, mas los jinetes.
Las tropas avanzaron, y llegaron hasta la ciudad de Raamsés. Entonces, salieron a su encuentro Iosef con sus hermanos, mas un cuerpo de guerreros de elite de Egipto, siendo en total unos seiscientos hombres, quienes enfrentaron al invasor.
En ese entonces, cuando comenzó esta nueva guerra, era el año cincuenta desde que el pueblo Hebreo había descendido a Egipto, y el año treinta desde que había sido nominado Bela, rey de los hijos de Esav en Seir.
Y también en esta ocasión, Hashem entregó en manos de Iosef y todos sus valientes a las tropas enemigas, cayendo en esa contienda unos doscientos mil hombres del ejército invasor, incluyendo a Bela ben Beor, el rey de ellos, quien perdió su vida en este combate.
Al ver que su rey cayó, los hijos de Esav temieron, y sintieron debilidad frente a los hijos de Iaakov en esta guerra, razón por la cual retrocedieron y huyeron despavoridamente.
No obstante Iosef y sus hermanos, con sus demás hombres los persiguieron durante todo un día, y mataron unos trescientos combatientes más. Luego de ese golpe, regresaron a Egipto, sin contabilizarse bajas en los hijos de Israel, aunque del ejército egipcio se perdieron doce vidas.
De regreso
Cuando estuvieron de regreso, Iosef tomó nuevas medidas de seguridad con Tzefó y sus hombres, a quienes colocó cadenas, e incrementó el tormento hacia ellos.
En tanto todos los que habían constituido el ejercito de coalición junto a los hijos de Esav, regresaron a sus respectivas tierras en medio de una tremenda vergüenza, pues sus principales combatientes habían caído en esa batalla.
Luego, los hijos de Esav al ver que su rey había muerto, designaron a Iobab ben Zeraj de la tierra de Batzra, a quien coronaron como nuevo rey en reemplazo de Bela.
Este nuevo monarca, reinó en Edom sobre los hijos de Esav durante diez años, y ya no ostentaron incursionar nuevamente en tierras de Egipto para enfrentar a los hijos de Iaakov, pues ya sabían su fortaleza, y sentían mucho temor de ellos.
Aunque desde ese día, el odio de los hijos de Esav sobre los Hebreos se acrecentó notablemente, el cual se prolonga hasta el día de hoy.
En tanto Iosef, era rey en Egipto, y junto a todos sus hermanos habitaron confiados y seguros en aquella tierra, prolongándose esta dicha, todos los días que vivió Iosef y sus hermanos.
Luego sobrevendría la esclavización del pueblo judío, la liberación, la conquista de la tierra de Israel, la construcción del Templo, y su destrucción en dos ocasiones, y ahora aguardamos la redención final, la cual llegará en breve, tal como las señales que han sido profetizadas hace miles de años lo manifiestan.
Pues en esos días, la tierra de Israel volverá a ser habitada por el pueblo judío, y vivirán seguros (es exactamente lo que está aconteciendo ahora, y no estaba en ningún pronóstico, ya que el pueblo judío se hallaba disperso entre las naciones y mermado notoriamente por la destrucción masiva efectuada por los nacis y demás enemigos nuestros. Y si bien aun existen ataques espontáneos perpetrados por los árabes, los mismos son realizados en forma cobarde, a espaldas de los soldados, con permanente temor a ser descubiertos y neutralizados).
En esos momentos, declaran los versículos, nuevamente se reunirán las naciones para batallar en el enfrentamiento bélico que ha cobrado tanta popularidad en la actualidad, y es mencionada en el Tanaj como la guerra de Gog el rey de Magog, quien se sabe, será un incircunciso.
La misma presentará dos grandes bandos que guerrearán en torno a Jerusalem, por un lado, estarán los Ishamelitas, (Egipto, Ashur y Eilam), y por el otro, Meshej, Tuval, Edom y los reyes del norte (Gog es el rey de Meshej y Tuval).
En esa contienda se matarán los unos a los otros, y cuando ingresen a Jerusalem, Hashem peleará con ellos por nosotros, y se producirá una gran salvación, como aconteció en Egipto.
Lo que sucederá entonces
Entonces habitaremos definitivamente en paz, será reconstruida Jerusalem y el Tercer Templo Sagrado, Hashem será nuestro Rey, y nosotros Su pueblo.
Pero para que este gran momento llegue pronto, hace falta que demos un último paso, se requiere de nosotros que nos juguemos por Hashem para demostrar que deseamos Su salvación, y eso se logra a través del cumplimiento de Sus preceptos y el estudio de Su Torá.
Siendo uno de los medios más importantes que acercarán este gran momento, el hecho de responder “Amen” cuando es recitado el “Kadish”.
2Rabí Jía y Rabí Iosi se hospedaron en cierta hostería, y a mitad de la noche, se levantaron para estudiar Torá.
La hija del propietario del lugar, escuchó y llegó para encender a ellos velas, quedando parada a sus espaldas, prestando atención a las sabias palabras que eran pronunciadas por los eruditos.
Rabí Iosi fue quien dio inicio al tema que tratarían, citando un versículo del libro de los Proverbios (6: 23): “Porque la vela es el precepto y la Torá es la luz, y el camino de la vida, son las éticas de moral”.
Y explicó la redundancia aparente que aparece en el versículo revelando que se aprende de aquí, que todo aquel que se esfuerza en el estudio de la Torá, la Torá ilumina delante de él, y se acredita que sea encendida delante suyo una vela por cada uno de los preceptos que realiza, para que le ilumine en el mundo venidero. Pues al estudiar Torá, logra encender con la luz suprema que se halla en las alturas.
Y sabido es que una “vela” sin luz (fuego) no tiene utilidad, o sea, un precepto sin Torá es como una vela sin luz. Y la luz (el fuego) sin vela tampoco tiene utilidad (pues se apagará enseguida), esto es, el estudio de la Torá sin cumplir sus preceptos. Por eso, cada uno debe esforzarse en el estudio de la Torá, y el cumplimiento de sus preceptos.
Ellos se expandieron en el tema, y continuaron platicando al respecto hasta que escuchó la hija del hotelero, y se acercó hasta la puerta.
Al ver Rabí Iosi que ella estaba parada oyendo, agregó y dijo: “¿Qué es una vela?. Es el precepto a través del cual las mujeres resultan adjudicadas, es decir, las velas de Shabat, pero al ser que las mujeres no están obligadas al estudio de la Torá, entonces ¿cómo lograrán encender sus velas para que iluminen?, esto lo logran con el estudio de sus maridos, el cual enciende sus velas (por eso deben preocuparse en que sus esposos estudien)”.
Al escuchar esas palabras, comenzó a llorar, y al oír su llanto, su padre despertó, e ingresó a la sala donde los sabios se encontraban, quien en ese momento vio a su hija parada detrás de ellos llorando.
El padre le preguntó ¿por qué lloras?.
Entonces ella le contó lo que había escuchado de boca de los eruditos, acerca de la grandeza del estudio de la Torá, y tras oír esto, también él irrumpió en llanto.
Rabí Iosi se dirigió a él y le preguntó: “¿Acaso tu yerno, el marido de tu hija no estudia Torá?”.
El dueño del hotel respondió: “Esto es lo que sucedió, y por eso, tanto yo como mi hija lloramos permanentemente: Desde aquel día en el cual vi que saltó del techo a la Sinagoga para responder ‘Amén’ junto con la congregación al recitado del ‘Kadish’, enseguida pensé en dar a ese muchacho a mi hija por esposa.
Por eso, cuando la gente hubo abandonado la Sinagoga, le ofrecí a mi hija, pues pensé que si saltó del techo para correr a responder el Kadish, seguro que es un gran hombre, sabio en Torá, a pesar de ser un muchacho joven, y desconocido para mi.
Pero sucedió que ni siquiera recitar la bendición para después de la comida sabe, y no tiene éxito en su estudio, ni puede aprender el recitado del ‘Shemá Israel’”.
Rabí Iosi le respondió: ”Quizá les nace un varón que será un hombre grande”.
En tanto, despertó el muchacho, quien se acercó hasta ellos. Rabí Iosi meditó sobre él y dijo: “Con certeza yo veo en este joven que la luz de la Torá sale de él al mundo, o un hijo le nacerá que se iluminará a través de él”.
El muchacho sonrió y dijo: “Maestros: ¡Permítanme decir algo!. Y comenzó a hablar: está escrito en el libro de Job (32: 6): ‘Joven soy yo en días, y vosotros ancianos, por eso tuve miedo y temí hablar sobre mis conocimientos a vosotros’”.
Luego relató a ellos que vino de Babilonia, y es hijo de Rab Safra. Y prosiguió: “me tuve que quedar en vuestra tierra, y me propuse no revelar mis conocimientos de Torá hasta que transcurran dos meses, y ahora se cumplió el tiempo que he fijado, por eso me alegro de hallarme en torno de grandes de la Torá como vosotros”.
El dueño del hotel y su hija se alegraron enormemente, mientras Rabí Iosi se levantó y lo besó en la frente, tras lo cual lloraron a causa de la inmensa alegría.
Shabat Shalom
R' David ben Israel
Fuentes utilizadas:
1-Sefer Haiashar
2- Zohar Terumá, pag. 166
3- Shulján Aruj Oreaj Jaim 56: 1
4 – Ver Malbi”m en Iejezkel 38: 2
5 – Notrei Amen pag. 5
2- Zohar Terumá, pag. 166
3- Shulján Aruj Oreaj Jaim 56: 1
4 – Ver Malbi”m en Iejezkel 38: 2
5 – Notrei Amen pag. 5