Parasha Matot-Masei
Leyes Concernientes al Cumplimiento y Anulación de Votos
La última parashá finalizó con las leyes de los sacrificios de Iom Tov (festividad judía), y ésta comienza con las leyes de promesas. La yuxtaposición enseña que todo el que hace una promesa de ofrecer un sacrificio está obligado a cumplir su promesa en el Iom Tov venidero, cuando visita el Beit Hamikdash.
La última parashá finalizó con las leyes de los sacrificios de Iom Tov (festividad judía), y ésta comienza con las leyes de promesas. La yuxtaposición enseña que todo el que hace una promesa de ofrecer un sacrificio está obligado a cumplir su promesa en el Iom Tov venidero, cuando visita el Beit Hamikdash.
Uno nunca debería pronunciar precipitadamente un juramento o promesa. Quien atolondradamente lo hace y luego, más tarde, deja de cumplirlo es asemejado a un hombre que toma una espada para apuñalarse; él está destinado a dañarse.
Hay tres situaciones cuando es recomendable para un judío temeroso de Di-s hacer una promesa, siempre que él esté completamente consciente de su compromiso:
1. Si alguien ha adquirido hábitos pecaminosos y desea hacer teshuvá (arrepentimiento), puede prometer para fortalecer su resolución. Por ejemplo, si era un glotón, puede hacer una promesa para abstenerse de carne por un período de tiempo; si era un bebedor, para abstenerse de alcohol; si él era codicioso, para rehusar regalos, y así sucesivamente.
2. Si una mitzvá (mandamiento) se le presenta a alguien, él puede declarar bajo juramento cumplirla para no perder la oportunidad.
3. Hay una tradición de nuestro antepasado Iaacov de hacer una promesa en tiempos de aflicción.
Huyendo de su hermano Esav, Iaacov hizo una promesa de entregar a Di-s un décimo de todas sus ganancias si El lo retornaba a salvo y proveía sus necesidades. No obstante, aún el gran tzadik (justo) Iaacov sufrió infortunios porque él demoró el cumplimiento de su promesa.
Quien promete con relación a materias triviales transgrede grandemente y causa un jilul Hashem.(Profanación del nombre de Di-s.)
Un hombre llamado Shimón ben Antipater era famoso por su hospitalidad. No obstante, un rumor extraño alcanzó los oídos de los Sabios. Se decía que cuando él invitaba huéspedes los servía bien, los acompañaba parte del camino, pero antes de volverse de regreso él les daba una severa golpiza.
Cuando a Rabí Iajanán ben Zakai se le informó esto, él convocó a Rabí Iehoshúa y le ordenó visitar la casa del hombre para investigar el tema.
Rabí Iehoshúa arribó al hogar de Rabí Shimón y fue cordialmente bienvenido. El y el señor de la casa se sentaron a estudiar Torá hasta la noche y les fue servidas una buena cena. A la mañana siguiente Shimón le dijo, "Vayamos a la casa de baños." Cuando ellos retornaron, les fue servida otra satisfactoria comida. Agradeciendo a su anfitrión, el Sabio dijo, "Yo debo partir ahora. ¿Quién me acompañará?". "Yo mismo," replicó el señor de la casa.
Rabí Iehoshúa, caminando delante de su anfitrión, anticipaba nerviosamente la golpiza que podía venir en cualquier momento.
El tiempo de despedirse llegó sin incidente, y el anfitrión se aprestó a retornar a su casa. Rabí Iehoshúa lo volvió a llamar y dijo, "Por favor permitídme hacéros una pregunta. ¿Por qué vos usualmente azotáis a vuestros huéspedes, mas a mí no me pegásteis?"
Replicó Shimón, "Vos sóis un talmid jajam (estudioso), y os condujísteis vos mismo noblemente en mi hogar. Los otros huéspedes usualmente hacen todo tipo de juramentos. Ellos juran no comer o beber o hacer ciertas cosas, y luego hacen caso omiso de sus promesas. Yo he oído que quien toma un juramento y lo profana merece el castigo de cuarenta azotes."
"Ellos ciertamente los merecen," concordó Rabí Iehoshúa. "Cuarenta de vos, cuarenta de mí, y otros cuarenta de los Sabios que me enviaron para investigar este tema."
Cuando a Rabí Iajanán ben Zakai se le informó esto, él convocó a Rabí Iehoshúa y le ordenó visitar la casa del hombre para investigar el tema.
Rabí Iehoshúa arribó al hogar de Rabí Shimón y fue cordialmente bienvenido. El y el señor de la casa se sentaron a estudiar Torá hasta la noche y les fue servidas una buena cena. A la mañana siguiente Shimón le dijo, "Vayamos a la casa de baños." Cuando ellos retornaron, les fue servida otra satisfactoria comida. Agradeciendo a su anfitrión, el Sabio dijo, "Yo debo partir ahora. ¿Quién me acompañará?". "Yo mismo," replicó el señor de la casa.
Rabí Iehoshúa, caminando delante de su anfitrión, anticipaba nerviosamente la golpiza que podía venir en cualquier momento.
El tiempo de despedirse llegó sin incidente, y el anfitrión se aprestó a retornar a su casa. Rabí Iehoshúa lo volvió a llamar y dijo, "Por favor permitídme hacéros una pregunta. ¿Por qué vos usualmente azotáis a vuestros huéspedes, mas a mí no me pegásteis?"
Replicó Shimón, "Vos sóis un talmid jajam (estudioso), y os condujísteis vos mismo noblemente en mi hogar. Los otros huéspedes usualmente hacen todo tipo de juramentos. Ellos juran no comer o beber o hacer ciertas cosas, y luego hacen caso omiso de sus promesas. Yo he oído que quien toma un juramento y lo profana merece el castigo de cuarenta azotes."
"Ellos ciertamente los merecen," concordó Rabí Iehoshúa. "Cuarenta de vos, cuarenta de mí, y otros cuarenta de los Sabios que me enviaron para investigar este tema."
Aún una persona que jura confiablemente y cumple su juramento es castigada si tiene el hábito de jurar innecesariamente.
El Rey Ianai rigió sobre dos mil aldeas y Di-s destruyó a todas ellas. ¿Por qué?
Los habitantes estaban acostumbrados a decir, "Yo juro que iré a este lugar; que comeré ese alimento," y similar. A pesar de que ellos cumplirían sus juramentos, Di-s los castigó porque uno no debería tomar un juramento innecesariamente.
Los habitantes estaban acostumbrados a decir, "Yo juro que iré a este lugar; que comeré ese alimento," y similar. A pesar de que ellos cumplirían sus juramentos, Di-s los castigó porque uno no debería tomar un juramento innecesariamente.
Un juramento o promesa es obligatorio cuando es tomado por un muchacho desde la edad de trece años y una muchacha desde la edad de doce, (o por un muchacho de doce y una muchacha de once si ellos entienden su significado).
Dado que Hashem entiende perfectamente la naturaleza humana y conoce que una persona puede lamentar más tarde su promesa obligatoria, El nos dio modos para anularlo.
Invalidación de Promesas:
Si alguien toma un juramento o un voto y luego se da cuenta que es demasiado difícil para él cumplir, puede ir a un talmid jajam que es un experto en las halajot (leyes), o a tres legos. Ellos pueden absolverlo sobre la base de su declaración de que al tiempo de tomar la promesa él no era completamente consciente de todas sus implicancias. Si él hubiera comprendido todas las dificultades de mantenerla, no habría actuado así. Así, la promesa fue un error de su parte. El explica los detalles de su promesa al juez (o jueces), quien determina si las circunstancias le permiten conceder una absolución. Si él descubre un punto de arrepentimiento del cual la persona que tomó el juramento no era consciente en el momento, puede absolverla. "¿Hubiérais hecho vuestra promesa si supiérais que más tarde lo lamentaríais?" le pregunta el juez. "No," replica la persona que tomó el juramento. Estáis liberado de él," sentencia el juez.
El hecho de que las promesas pueden ser invalidadas no debería inducir a una persona a tomarlos ligeramente. El Sanhedrín en el tiempo del Rey Tzidkiahu fue condenado a muerte por anular una promesa.
El emperador babilónico Nabucodonosor trató a su vasallo, el rey judío Tzidkiahu, respetuosamente. Cuando Tzidkiahu llegó a Babel para afirmar su alianza con el emperador, Nabucodonosor le concedió libre acceso a su palacio. El designó a Tzidkiahu soberano sobre los reinos de Edom, Moab, Amón, Tzor, y Tzidón. Tzidkiahu entró una vez al comedor privado de Nabucodonosor sin ser anunciado y lo encontró arrancando los miembros de una liebre viva para comerlos. Comer los miembros de un animal vivo está prohibido por la ley de Noaj aún para un no-judío. Más aún, Nabucodonosor no deseaba que se publicitara que él estaba entregado a hábitos crueles.
Avergonzado, Nabucodonosor ordenó a Tzidkiahu, "¡Jurad que vos no revelaréis nunca lo que habéis presenciado!". "Yo juro," replicó Tzidkiahu. Más tarde, no obstante, él lamentó su juramento de no revelar la conducta vergonzosa del emperador y solicitó al Gran Sanhedrín anular su juramento. Su anulación probó ser fatal para ellos. Una vez cuando los cinco reyes gobernados por Tzidkiahu estaban conversando, ellos ridiculizaron a Nabucodonosor. "Vos deberíais ser emperador antes que él," adularon a Tzidkiahu. "Sóis un descendiente de la dinastía real de David, y vuestra conducta es más noble que la de él." "Vosotros podéis estar seguros de que él es un hombre cruel," concordó prontamente Tzidkiahu. "Una vez, al entrar a su comedor, lo sorprendí devorando a un conejo vivo."
Los cinco reyes despacharon inmediatamente un mensajero a Babel para informar a Nabucodonosor, "El judío a quien vos concedéis libre acceso a vuestro palacio alega que él os observó comer un animal vivo."
Nabucodonosor consideró la ofensa de Tzidkiahu traición, pero estaba inseguro de si castigar a Tzidkiahu solo o al pueblo judío entero.
Nabucodonosor viajó a la ciudad de Dafne cerca de Antioquía y ordenó a Tzidkiahu y los miembros del Sanhedrín presentarse ante él.
Nabucodonosor dio a los Sabios Judíos sillas de honor.
"Sentáos," ordenó él, "y exponed vuestra Torá a mí."
Los Sabios tradujeron para él una parshá tras otra. Cuando ellos llegaron al tema de promesas en parshát Matot, el emperador inquirió, "Si alguien desea anular una promesa, ¿puede hacer así?". "El puede ir a un Sabio," replicaron ellos, "quien tiene la autoridad para anular su promesa." "¡Ahora yo sé cómo Tzidkiahu me traicionó!" los acusó el emperador. "¡El vino a vosotros y vosotros anulásteis su juramento!". En gran temor de ser puestos a muerte o cruelmente torturados por el emperador, los Sabios apelaron al Todopoderoso para evocar los grandes méritos de sus antepasados y asistirlos. Pero Hashem no aceptó sus oraciones.
Nabucodonosor ordenó que cada miembro del Sanhedrín fuera atado por su cabello a la cola de un caballo y fuera arrastrado desde Ierushalaim a Lud.
Este trágico evento fue uno de los muchos que presagiaron la destrucción de Ierushalaim y el Beit Hamikdash.
Anulación de Promesas
Algunas promesas tomadas por una muchacha pueden ser anuladas por su padre, y algunas de las promesas de una mujer casada pueden ser anuladas por su marido. Un padre tiene el derecho de anular una promesa por el cual su hija de menos de 12 años y medio de edad se aflige a sí misma. Un marido está facultado para anular toda promesa que afecta la relación entre su esposa y él mismo o por la cual la esposa se aflige a sí misma.
El padre o marido puede anular la promesa de una hija /o esposa sólo si él declara su desacuerdo en el preciso día que él escucha la promesa. Si deja pasar el día sin cancelar la promesa, pierde el derecho de hacer así más tarde.
El padre o marido puede anular la promesa de una hija /o esposa sólo si él declara su desacuerdo en el preciso día que él escucha la promesa. Si deja pasar el día sin cancelar la promesa, pierde el derecho de hacer así más tarde.
¿Por qué fue Moshé descripto como "ish ha"Elokim (Devarím 33:1)?
Moshé estaba singularmente privilegiado para anular promesas tomadas por el Todopoderoso lo mismo que un ish / marido.
Después del Pecado del Becerro de Oro, Hashem amenazó, "Yo juro que quienquiera adore a otros poderes que a Mí será destruido."
Moshé, el experto abogado defensor para Kelal Israel, imploró, "¿No me enseñaste Tú a mí en Har Sinai las leyes de anular promesas? Un maestro que desea que otros obedezcan sus reglas debe él mismo actuar de acuerdo con ellas. Cuando los judíos adoraron al Becerro de Oro, ellos asumieron que sus acciones estaban permitidas. ¿No deberías Tú entonces anular Tu promesa?"
Envolviéndose en su talit, Moshé se sentó en el rol del talmid jajam que anula promesas, y el Todopoderoso, se paró y solicitó de Moshé que lo absolviera de Su juramento.
Este Midrash pone de relieve:
- La gran bondad de Hashem hacia el pueblo judío. Por consideración a Su pueblo, El consideró su promesa como sí fuera anulada.
- El poder de los tzadikím (Justos) - Sus tefilot (plegarias) convierten duros decretos en misericordiosos, influenciando el curso de la historia.
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