LA IMPORTANCIA DEL TIEMPO
“Y el muchacho no se retrasó”
(Bereshit 34,19)
Hay un hecho que sobresale en los últimos tiempos, el retraso en llegar a las oraciones (y a muchos otros lugares, pero el tema de las oraciones es el que nos toca hoy). Y lo más grave, es que no sólo lo encontramos en los iehudim que están un poco alejados, sino que también sucede entre los integrantes más importantes y distinguidos del Beit Hamidrash o el Beit Hakneset.
Y no alcanza con decir que es grave, hasta podemos decir que llega a considerarse como una gran profanación del Nombre del Creador, Hashem nos guarde. Esto ocurre cuando personas que no concurren frecuentemente al Beit Hamidrash, ven a los que llegan tarde, y se dicen a sí mismos: “si ellos se retrasan, ¿por qué nosotros debemos llegar a tiempo?”...
La situación empeora en los “Shtiblaj” (un Beit Hakneset que tiene varios salones de oración en los cuales, cada quince o veinte minutos comienza un nuevo Minian). Allí, las personas que llegan a cualquier hora, y todavía no se han puesto ni Talit ni Tefilin, en lugar de elegir un Minian que está por comenzar, buscan uno que ya está en medio de los “Pesuke Dezimra” (un Minian que comenzó hace unos veinte minutos) y se “enganchan” en ese Minian, a pesar de ser muy probable que cuando se coloquen Talit y Tefilin el Minian ya se encuentre en medio de las bendiciones del Keriat Shema. Y así acostumbran hacer cada día y día… (si decimos que eso lo hicieron un día en caso de emergencia puede pasar, pero cuando se hace costumbre aumenta la gravedad)
El rab de una congregación en los Estados Unidos, que pasó por la casa del rab hagaon Jaim Kanievsky Shlita, contó un relato que tiene una gran enseñanza.
En mi congregación, había un iehudi que llegaba al Beit Hakneset,todos los días, tres veces por día, con una constancia ejemplar. Pero además de esa constancia para llegar a las oraciones, tenía otra costumbre constante, llegar tarde a todas las oraciones.
Como si estuviera controlado por un reloj de precisión suiza, llegaba siempre diez minutos tarde. Si la Tefila comenzaba, por ejemplo, a las 7.00 de la mañana, él llegaba siempre, pero su siempre, era “siempre” a las 7.10. Nunca llegó a tiempo.
Una y otra vez intenté acercarme a él para tratar de convencerlo y que llegue a tiempo, explicándole la importancia de rezar con tranquilidad y junto con el oficiante. Le decía que por cuanto que él viene todos los días, qué tiene de malo que llegue a tiempo. El me contestaba siempre igual y exactamente al revés: si yo siempre llego para las oraciones, entonces, ¿cuál es el problema, qué cambia cuándo yo llego? Lo importante es que yo llego… diez minutos más o diez minutos menos, ¿qué puede cambiar?...
Y todo continuó así durante un período de tiempo muy extenso, yo trataba de persuadirlo y el iehudi contestaba con el mismo “disco”, y seguía llegando tarde…
Hasta que una mañana, tuve la gran sorpresa al verlo llegar a tiempo para la oración de Shajrit. Ya que nunca había pasado algo así, eso me hizo prestar más atención, además de mi intención de saber el porqué del cambio, por eso fui a preguntarle cuál era la diferencia entre un día y el otro…
El hombre se veía entusiasmado, todo euforia, fuego, y me contestó: Hakadosh Baruj Hu me demostró, de forma de que no queden dudas, que no conviene atrasarse en la Tefila.
Le pedí que me cuente, y así fue:
El iehudi, que también era muy rico, contó que la fábrica tan moderna y eficiente que era de su propiedad, y que le proporcionaba importantes ganancias, considerada como una de las industrias más rentables en la zona, ayer se incendió en su totalidad, y todavía es imposible hacer una estimación de los daños provocados por el fuego.
Durante unos minutos que se hicieron muy largos, el iehudi me contaba los pormenores del incendio de su fábrica, y el impacto que le causó la tragedia.
Le dije: aunque yo me asocio cien por cien contigo, con toda mi verdad, en tu sufrimiento, todavía no logro entender la relación entre el terrible incendio y el mensaje que recibiste para no atrasarte en la Tefila.
El aviso que recibí, me contestó, se produjo unos minutos después de que se desató el incendio, cuando llamé desesperado a los bomberos, pidiéndoles que lleguen al lugar lo más rápido posible, para disminuir, aunque sea un poco, la magnitud de los daños.
El hombre que atendió a mi llamado, me aseguró, que el carro de bomberos ya había salido rumbo a mi fábrica, y en un minuto estaría todo el equipo de salvación a mi lado.
Pero, pasó un minuto, dos, tres, y la fábrica seguía quemándose, oficina tras oficina, sección tras sección, y el carro de bomberos no aparecía.
Mi corazón parecía querer dejar de funcionar de tanto sufrimiento, contaba el dueño de la fábrica, en especial cuando sabía de la importancia de cada segundo…
Solamente después de diez minutos pude ver que llegaban los bomberos, pero ya era demasiado tarde, la fábrica estaba casi totalmente envuelta en llamas.
Yo estaba histérico, y corrí hasta el bombero que parecía dirigir al grupo y comencé a gritarle: ¿por qué tardaron tanto?, si hubieran llegado antes, ¡la fábrica se habría salvado!
El dueño de la fábrica, mientras hablaba conmigo, lo hacía con gran emoción, una y otra vez se “encendía” al mencionar lo ocurrido, y no había forma de calmarlo.
Pasaron varios minutos y continuó con el relato: le pregunté al jefe de bomberos por qué no llegaron antes, y todos ellos, juntos, me respondieron, al fin y al cabo llegamos… diez minutos más o diez minutos menos, ¡al final llegamos!...
Cuando escuché esa respuesta, toda mi sangre estaba hirviendo. Y justamente en ese momento, se encendió en mi cabeza una luz roja. Recordé que esa fue, exactamente, la misma respuesta que yo le daba al rab durante tantos años en los que el rab trataba de convencerme sobre la importancia y el valor del tiempo. Tantos años en los que el rab intentó fortalecerme para que llegue a tiempo a las oraciones del Beit Hakneset.
Como dice la Guemara (Berajot 6b): cuando Hakadosh Baruj Hu entra al Beit Hamidrash y no hay diez personas en su interior, Hashem se enoja… y pregunta…
En ese instante pude ver, y entender, qué grande es la importancia de sólo diez minutos. Pude ser un testigo que vio y que aprendió cuántos mundos se pueden construir, y por el contrario, lo que podemos destruir en diez minutos…
Y me decidí, me comprometí, a llegar a tiempo a la Tefila.
Traducido del libro Barji Nafshi.
Leiluy Nishmat
Israel Ben Shloime z”l
Lea (Luisa) Bat Rosa Aleha Hashalom
Iemima Bat Abraham Avinu Aleha Hashalom
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